InicioultimasArtes y CulturaLa “Armada Ovallina” ha perdido a su Almirante.

La “Armada Ovallina” ha perdido a su Almirante.

Cuando ayer recibí de un amigo la noticia de la muerte de Luis Sepúlveda me fui de cabeza a internet para buscar en los diarios españoles una confirmación, sin encontrarla.

Hasta que en la mañana de hoy la familia confirmó de manera oficial la noticia, consternando al mundo literario chileno que vio en él un embajador de nuestro país. Y de los ovallinos quienes, no obstante no lo conocieron personalmente, se sentían orgullosos y agradecidos de él porque paseó por el mundo el nombre de nuestra ciudad.

La última vez que lo vi fue en febrero del 2015 cuando ambos fuimos invitados a la Feria del Libro de La Serena y coincidimos en un panel en el que estaban además el editor Arturo Volantines (quien hace más de veinte años me introdujo a la obra del escritor nacional cuando aún no era conocido) , y dos narradoras serenenses: Pía Ahumada y Ashle Ozuljevic Subaique.

Una conversación distendida en la que Luis Sepúlveda mostró una vez mas una capacidad admirable para convertir cualquier pregunta  (aún las mas incómodas, como la que le hice sobre Bolaño) en una historia entretenida que el público siguió casi sin respirar para no perder una palabra suya. Lo que se dice en la jerga del futbol, “salir jugando”.

Antes de iniciar la conversación le mencioné a Sepulveda de la oportunidad en la que nos conocimos cuando él llegó a Chile para tomar parte en un panel destinado a la “Novela Negra” en el marco de la  Feria del Libro de Santiago”.

En esa época yo trabajaba en la edición ovallina del Diario El Día, y decidí viajar a Santiago a entrevistarlo: un viaje rápido, del día.

Con tan mala fortuna que en horas antes cogí una gripe de esas de “aguántate cabrito”, pero no obstante la altísima temperatura, igual me embarqué en el bus con la esperanza que con la ayuda de antigripales y mucho líquido podría recuperarme en el trayecto.

Esto no ocurrió y cuando llegué al recinto de Estación Mapocho la sala en la que se realizaría el encuentro estaba colmada de admiradores de Sepúlveda. A alguien se le ocurrió cerrar las ventanas para evitar el ruido del tránsito que llegaba desde la avenida General Mackenna  y la sala en pocos minutos se convirtió en un microonda.

Seguí el resto de la conferencia sentado sobre el suelo de baldosas, la espalda pegada a la pared ,  y aguardé que, una vez concluido el conversatorio sobre la novela negra, Sepúlveda se desocupara de una nube de admiradores y periodistas que se aproximaron a conversar.

Y cuando este iniciaba finalmente su tránsito en dirección a la puerta, lo abordé.

Me presenté como un periodista de Ovalle, y si me podía conceder unos minutos.

Miró el reloj  y a  un acompañante que le hacía señas desde la puerta.

–    Estoy apurado en estos momentos ¿No puede ser mañana? – dijo finalmente.

–    Es que, ¿sabes? Me regreso esta noche a Ovalle. Tiene que ser hoy.

–    Bueno entonces dejémoslo para mi próximo viaje a Chile. Nos ponemos de acuerdo para la entrevista y conversamos – dijo reanudando la marcha hacia la puerta.

Contrariado, con la cara encendida de temperatura, los ojos brillantes, las piernas trémulas, y molesto por la negativa, me atreví a encararlo  a tres o cuatro metros de distancia:

–    ¡ Putas… viajo  400 kilómetros desde Ovalle, con 40 grados de fiebre para hablar contigo, y tú me dices (imitándolo):  “Vuelve mañana”, “Dejémoslo para el próximo viaje a Chile”..

Sepúlveda detuvo su marcha y se volvió a mirarme unos segundos.  No sé qué vio entonces, pero se devolvió,  me cogió del brazo para arrastrarme hasta una mesa, y señaló una silla invitándome a sentar frente a él.

–    Diez minutos – dijo.

No fueron diez minutos. Fueron veinte, tal vez media hora. Para impaciencia de sus acompañantes que desde lejos continuaban mostrándole el reloj. Fue cálido, ameno, cercano durante la conversación ante la grabadora.

Hablamos sobre su carrera, sus libros, sus proyectos, pero en especial  sobre el misterio de ese “nacido en Ovalle”. Entonces explicó que sus padres habían pasado por Ovalle de manera fortuita y a su madre, con un avanzado estado de embarazo, se le ocurrió dar a luz en un hotel de calle Arauco . A las pocas semanas, cuando ella concluyó su recuperación se marcharon.

“Yo he venido a Ovalle en los años siguientes, para conocer la ciudad,  pero sin que nadie me reconociera”, agregó.

Cuando varios años más tarde en la Feria del Libro de La Serena, le recuerdo la anécdota, ríe de buena gana;   e incluso la menciona minutos más tarde en su intervención  en el coloquio.

Una vez terminada la actividad, nos reunimos un grupo de ovallinos vinculados con la Feria del Libro de La Serena para tomarnos una fotografía: Luis Sepúlveda, al centro, Eduardo Pizarro y Eduardo Mallegas (productores generales de la Feria del Libro de La Serena), Carlos Alberto García, locutor oficial de la misma, y yo.

“Mario, tienes que titular la nota, como la Armada Ovallina desembarca en la Feria del Libro de La Serena”, propone alguien y todos ríen. Luego decimos al unísono: Limarí” y llega la foto para la posteridad.

Ahora esa “Armada” ha perdido a su Almirante.

Hasta pronto Luis.

Mario Banic Illanes

Escritor.

OvalleHoy.cl