En una oportunidad un hombre difundió rumores que ponían en duda la honestidad de un vecino de la ciudad, rumores que se extendieron rápidamente dañando la imagen del aludido y causando gran pesar a su familia.
Cuando más tarde se comprobó que esos rumores no tenían fundamentos, el hombre , arrepentido de lo que había hecho, concurrió hasta la casa del vecino a ofrecer disculpas por su conducta.
– ¿Qué puedo hacer por ti? – le preguntó con arrepentimiento.
Y lo sorprendió el pedido de este:
– Toma un saco con plumas de ganso y anda por la ciudad arrojándola por donde camines. Luego vuelve acá.
El hombre, aunque sorprendido , hizo lo solicitado y fue por la ciudad arrojando las plumas por todas partes. Finalmente volvió a la casa.
– Ya está listo lo que me has pedido. ¿Y ahora qué hago? – preguntó.
El vecino lo miró y le hizo una nueva solicitud:
– Ahora vuelve a la calle con el saco y recoge todas las plumas que arrojaste y me la traes.
– ¡Pero eso es imposible… el viento las ha dispersado todas!.
– Justamente eso es lo que ha sucedido con el rumor que has difundido en la ciudad sobre mi honradez. Aunque ahora pretendas recogerlo, es imposible hacerlo. El daño está hecho.
Esta es una historia que los profesores de algunas escuelas de periodismo suelen contar a sus alumnos, pero que puede ser aplicable en la vida diaria.
Cuando te instales delante del computador, antes piensa bien lo que vas a decir o “compartir” sobre tu vecino en Facebook o en Twitter. No sea cosa que el rumor que te llegó compartido desde algún lugar, no sea tan verdadero como parece.
M.B.I.