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La Sequía y la irresponsabilidad de los políticos: a propósito de la columna de Susana Verdugo

Para el profesor y politólogo limarino, Luis Oro Tapia, «los políticos de la región de Coquimbo tienen una dosis de culpabilidad en el deterioro del medio ambiente, en el avance de la desertificación y, finalmente, en los daños que está causando la falta de agua».

La sequía se ha transformado en un problema político, pero no las razones de ella. No todas las causas de la escasez hídrica son naturales, es decir, ajenas a la voluntad humana. El resecamiento de la tierra también puede ser provocado, en parte, por la acción del hombre.

Los grupos ecologistas se ensañan con las compañías mineras. Pero la minería no es, actualmente, la causante de la aridez. Ella solo usa el agua cuando existe. Tales grupos no advierten que una (entre otras) de las causas humanas del proceso de desertificación —y, por consiguiente, del resquebrajamiento y esterilidad de la tierra— es la sobrepoblación de caprinos.

El Estado no ha hecho nada por limitar, efectivamente, tal sobrepoblación. Por el contrario, los crianceros durante tres décadas han sido beneficiados con asignaciones de dinero estatal (dinero que pudo haber sido destinado a fomentar, por ejemplo, la masificación del riego tecnificado) y cuyas sumas, que han sido gestionadas por los políticos de todos los colores, en treinta años ascienden probablemente a varias decenas de millones de dólares.

La organización más compleja que ha creado el hombre para contener y prevenir los males es el Estado. Pero en el caso de Chile, el Estado —concretamente, los políticos que lo gestionan— no han hecho nada por mantener a raya el mal que diseca la vida. Por el contrario, lo han radicalizado. Los políticos de la región de Coquimbo tienen una dosis de culpabilidad en el deterioro del medio ambiente, en el avance de la desertificación y, finalmente, en los daños que está causando la falta de agua.

Los políticos son responsables de las buenas decisiones que idean y gestionan. Pero son culpables de las omisiones, descuidos y malas decisiones que tomaron. Puesto que las decisiones políticas tienen un carácter vinculante, una mala decisión tiene un potencial de devastación gigantesco; debido al número de personas (no sólo a las que están vivas, también a las que están por nacer) a las cuales puede afectar la insensatez o la torpeza de los políticos.

En consecuencia, el problema político no son sólo las medidas paliativas para capear la sequía, sino que también lo es la penalización de quienes contribuyeron a radicalizar las causas (no naturales) de la misma.

Por Luis R. Oro Tapia
Politólogo
OvalleHoy.cl