Al ritmo que vamos, en términos de derechos y libertades, no falta tanto para que los mismos que metieron miedo con Chilezuela, nos conviertan en un Chile Talibán. Y al parecer no vemos más allá de nuestra propia pequeñez.
La ultraderecha se ha caracterizado a través dela historia por la intolerancia hacia las libertades más esenciales de las personas. La homofobia, la xenofobia, la misoginia, el desprecio hacia lo distinto llevó a la humanidad a sus episodios más oscuros y aberrantes. Si a este “valor “ tan arraigado en la ultraderecha le agregamos la religión , mejor dicho el fanatismo religioso carente de toda lógica y humanidad, el asunto se vuelve más maquiavélico.
Porque, como sabemos la historia nos ha dado mil lecciones sobre lo que sucede cuando el poder se ejerce a través de dogmas y manipulación: los corderos caminan solitos al matadero. La combinación religión-política condujo desde el más nefasto estancamiento cultural a la persecución de hombre y mujeres de ciencia acusados de herejía, brujería y adoración al demonio, todo supeditados al nombre de dios empuñado por la Inquisición. Y ese es sólo ejemplo suave.
Por otro lado, no menos dañino que religión y política, militares enajenados de ultraderecha como Hitler, Mussolini, Pinochet, Milosevic, etc. no dudaron ni un instante en asesinar a miles y millones que consideraban diferentes, despreciable, inferiores.
En Europa ahora mismo esta ola ultranacionalista y ultraconservadora intolerante gana adeptos: Jean Marie Le Pen, Nikos Michaloliakos, Frauke Petty o Geert Wildes azuzan el fuego islamofóbico, abogan por “prohibir” a los/as homosexuales, están en contra de la inmigración y del aborto, aunque a favor de la pena de muerte. Y todos ellos son fervientes creyentes y “siervos de Dios”. Todos lobos con piel de oveja.
Por estos lados, Trump, Bolsonaro, que al igual que sus amigos europeos, se llenan la boca de “dios” para justificar el desprecio a los demás. Por aquí, bueno, ya hemos dado pasos agigantados hacia la ultraderecha por si no se han dado cuenta: El desprecio hacia los mapuches a tal punto de llamarlos terroristas; el no reconocimiento de la migración como un derecho humano; elegir representantes como el señor Urrutia que odia todo lo que huela a pobre y se vea de piel oscura; la tropa políticos que fue a rendir honores a Brasil; la no aprobación de leyes como el matrimonio homosexual o adopción monoparental. Y lo más alarmante de todo, la tribuna que le han dado a J.A.Kast, quizás el mejor y más fiel representante de la ultraderecha misógina y homofóbica que gana cada día más adeptos.
Y ojo, que eso no está mal, pues si la ultraderecha gana escaños en el parlamento, está bien, pues el resto aceptamos que hay quienes piensen diferente y deben ser representados.
Si llegasen a gobernar es otra cosa, pues todo lo poco y nada ganado en derechos y libertades se vería ensombrecido pues no aceptan que haya personas que piensen, sientan o vivan de otra manera que la que ellos creen la única verdad.
Hay otra verdad que asusta en todo esto. La historia también nos señala que muchos de sus líderes se presentaron como mesías salvadores que vinieron al “rescate” de los valores más tradicionales y conservadores y, cuando cayeron de su lugar de poder se descubrió que no eran menos viciosos, enfermos y perversos que cualquier mortal. . La historia nos da mil luces pero una y otra vez parece que evitamos ver esas luces.
Como si no bastara con el ultracapitalismo en que estamos sumidos, que nos ha convertido, no sólo en el país más capitalista del planeta sino además en el más desigual, mirando el panorama completo, al ritmo que vamos en términos de derechos y libertades, no falta tanto para que la ultraderecha nos convierta poco menos que en un Chile Talibán, los mismos que metieron miedo con Chilezuela están armando su legión de miedo. La ultraderecha volvió para quedarse y al parecer no somos capaces de ver más allá de nuestra propia pequeñez.
No lo sé, quizás exagero tratando de ver el panorama un poco más amplio acerca de quién o quienes han ganado más terreno en la paupérrima política chilensis; creo que es la ultra, me asusté y recordé al gran Facundo, “hay que tenerle miedo a los idiotas ¿Por qué? Porque son muchos y al ser mayoría, eligen hasta un presidente”.
En fin. Aprovecho para desear felices fiestas de fin de año a todos y a todas.
Que El Gran Sol los acompañe e ilumine.
Por K Ardiles Irarrázabal
Columnista