Hace unos días un lector – conocido vecino de la ciudad – manifestaba su protesta por la presencia continua de un grupo de batucada realizando su práctica en un sector de la Alameda de Ovalle. Una hora y media y tal vez más en que los vecinos residentes deben cerrar sus ventanas (a pesar del calor) para tratar de descansar, escuchar música, ver la televisión .
Asegura que sus reclamos han resultado infructuosos.
Hace además extensivas sus protestas a la contaminación acústica cada vez mayor existente en la ciudad, en especial en las zonas céntricas.
Y estoy de acuerdo con eso. Una familiar lejana, que ha recorrido el mundo, hace un par de años me aseguró que Ovalle es una de las ciudades de mayor contaminación acústica del planeta. Comparables quizas a algunas de la India o el oriente medio. Yo no podría confirmarlo, pero se me hace difícil encontrar una que la supere.
Por ejemplo hasta hace un tiempo la Plaza de Armas era un remanso de paz, un lugar ideal para sentarse con un grupo de amigos a conversar bajo los árboles, disfrutando del fresco, mientras se llega la hora de continuar camino o regresar a casa.
Pero desde hace un tiempo ya no es lo misma .
Para qué hablar del paseo peatonal. Este de manera gradual se ha venido transformando en el lugar que soñaron sus creadores, un sitio no solo para la comercialización, sino de reunión para las familias, que pueden pasear junto a sus hijos pequeños husmeando en las atractivas vitrinas. O deteniéndose en un local a servirse un refrigerio.
Sin embargo en los últimos meses el transitar por el lugar se ha venido convirtiendo en un suplicio, por los músicos callejeros o vendedores de discos con sistemas de amplificación “a todo chancho”. Para que decir los locales comerciales que hacen lo propio con alto parlantes en las puertas de sus negocios, en la creencia que mientras más bulla hacen más clientes ingresan.
De hecho, en el tramo entre la Plaza y la Alameda, si es difícil entablar una conversación, se hace imposible hacer o responder una llamada telefónica.
Y si es molesto para quienes circulan por el lugar, es asunto de imaginar lo que ocurre con los empleados de locales comerciales que TODOS LOS DIAS y de manera permanente deben sufrir este bombardeo de decibeles.
Otra batalla aparte sostienen los residentes en el sector, y entre ellos los propietarios de hoteles cuyos pasajeros, ahuyentados por el ruido que proviene de locales nocturnjos cercanos, abandonan el lugar de madrugada para buscar otro en el que puedan pernoctar razonablemente tranquilos.
Es conocido que la contaminación acústica sostenida , además de efectos físicos tiene efectos sicológicos como el Insomnio y dificultad para conciliar el sueño; Fatiga; incremento de la adrenalina; Depresión y ansiedad; Irritabilidad y agresividad; Histeria y neurosis, Aislamiento social y falta de deseo sexual o inhibición sexual. Y todo ello unido lleva al estrés.
Hago un llamado, a la Municipalidad y a las autoridades de salud a que hagan un estudio serio de los niveles de contaminación acústica en este lugar, de manera de conocer cuál es la gravedad del problema , para administrar las medidas pertinentes para que eso no continúe ocurriendo.
Es que las autoridades – y no es un mero juego de palabras – ya no pueden continuar haciéndose los sordos ante esta problemática que pone en riesgo la salud física y mental de la población.
M.B.I.