Según la leyenda “Dios al séptimo día, al terminar la creación, con todos los restos que le quedaron los tiró lejos en un solo punto y fue así como se creó Chile, tan diverso, contrastivo, acogedor y pluralista”, pero lo que no dice la leyenda que gran parte de esos “pedazos” que a Dios le sobraron cayeron concentrados en un valle y que siglos más adelante llamaron “Limarí”.
¿Cómo así? Se preguntará usted, bueno ya se lo explico: _ ¿Ha ido a Combarbalá? De seguro que sí. Tierra bendita, cubierta por cerros majestuosos donde guardan celosamente en sus extrañas piedras que en manos de artesanos renacen los colores con los que se tiñe Combarbalá, su gente, sus colores cubren los amaneceres de relumbrante aroma a campo, a trabajo y a progreso.
Me imagino que luego fue a caminar y a disfrutar de Punitaqui, tierra hermosa, con sus multicolores paisajes, los pueblos, las calles, su historia, se van tejiendo a medida que avanzan los pasos y las miradas por la larga calle Caupolicán y que al final del recorrido despliega sus brazos para dar la bienvenida a los pueblitos en donde las cabras, los arbustos, los esteros, las casitas aisladas y los cactus armonizan las desveladas curvas de los cerros de Punitaqui,
Yo ya fui a Monte Patria ¿y usted?… ¡Ah, no me diga! Las flores de Monte Patria tienen una marca registrada en los albores de la conquista, el aroma de sus jardines es el perfume que envuelve a sus valles maternales con los viñedos deslumbrantes junto al tranque que convierten a Monte Patria en un paraíso perdido en el desierto.
Río Hurtado, el zigzag de las aventuras, se toca el cielo y se besa a las estrellas cuando pasas por sus angostos caminos nocturnos. Sus cerros celosos abrazan y protegen las casitas disfrazadas de luciérnagas y las abrazan tan fuertes que estrujan pequeños torrentes que dan vida a su tranque, siembras, huellas de dinosaurios, flores y posadas… Lo mejor de Río Hurtado es que hace perder el juicio a las personas que lo visitan porque quedan hechizadas bajo el cielo perpetuo al recorrer estos valles de cintura diminuta.
Ovalle, querido Ovalle, te miro desde lejos y me parece ver un toldo enorme que cubre con un gran manto tu centro permitiendo que tus calles y tus aceras surquen el paso de mis recuerdos y le den la bienvenida a mi vida normal, tu plaza se viste con un traje de lentejuelas saludando al invierno y seduciendo al verano con tu toque quinceañero. Tu feria, los sabores y los aromas conquistan el paladar del más capitalino. Tus recorridas avenidas aguantan el peso de los pies cansados y refrescan con un rico helado las tardes calurosas. Los pregoneros de la alameda vociferan que ya es tiempo de que te echemos de menos un poquito y emprendamos la partida. Al final, después del camino recorrido, cuando termina el pregón, después de un cierto tiempo, nos vuelves a cobijar, sin criticar nos vuelves a recibir y a consentir tal como una madre preocupada lo haría.
Después del séptimo día dice la Biblia que “Dios ya había terminado su creación”, pero lo que no dice es que al final del séptimo día Dios creó el valle del Limarí, primero con ese cielo abierto, luego esta tierra generosa, así con tal paisaje ¿quién podría dudarlo?
Sonia Alejandra Guerrero