InicioOpiniónBlogs / ColumnasLo que tiene que hacer uno para sostener a su familia!

Lo que tiene que hacer uno para sostener a su familia!

La Gorda, mi esposa, me manda a comprar medio kilo de pan al almacén que queda a la vuelta de la casa.

– ¡Pero Gorda, si para ir allá tengo que tener un permiso! – reclamo.

– No seas ridículo ¡Cómo se te ocurre que vas a ocupar un permiso para ir a comprar el pan! Ademas aprovecha para traerme unas zanahorias – agrega y me pasa la bolsa.

De nada sirve explicarle que el Capitán Julio Mardones, encargado de la Comisaría Virtual, fue enfático y categórico al responder que “toda salida de la casa debe ser con un permiso aun cuando el desplazamiento sea dentro de la misma cuadra”.

Pero como la voz de la Gorda, en mi casa el ley, calladito (mas bonito) tomo la bolsa y salgo en silencio.

No hacia la calle, sin embargo. Sino que para acortar camino, salto la pandereta hacia la casa de atrás, que está desocupada, y de ahí a la casa del lado, donde la vecina está en su trabajo en el supermercado, y no regresa hasta la tarde. Una vez en el pasaje que queda a algo así como ochenta metros del almacén, me lanzo de cabeza detrás de unos autos estacionados, y, como un Comando de esos de la televisión, a punta y codo, avanzo protegido por los vehículos.

El corazón se me encoge cuando escucho una voz a mis espaldas:
– ¿Y que hace de ahí don Mario? ¿Qué se cayó?.

Es un vecino de esa cuadra que me mira asombrado. Y me vuelve el alma al cuerpo.

– No, vecino, es que se me cayeron las llaves y las estoy buscando debajo del auto – explico, sin levantarme y haciendo como que busco.

– Ah, ya. Bueno, que las encuentre entonces, – dice, partiendo con su vehículo.

Me levanto cuidadosamente y cruzo corriendo la calle para refugiarme tras el tronco de un árbol. Miro alrededor pero parece que nadie ha advertido mi presencia. Tengo miedo además que una vecina que me vea, llame a carabineros: “Carabineros ¿sabe? Acá afuera hay un tipo sospechoso”. Porque no faltan.

Bueno, ahora el almacén está más cerca, y ahora avanzo pegada a espalda a la pared posterior de la casa que queda junto al almacén, mirando a uno y otro lado, temeroso de ver en cualquier momento aparecer una patrulla de militares armados hasta los dientes. Quizás al mismísimo General Onetto.

Finalmente ingreso de un salto al almacén y la dueña me mira asombrada:

– ¿Qué le pasa don Mario, que viene tan agitado y revolcado? – dice.

Mientras me atiende llegan otros clientes, la mayoría mujeres, algunos con esos bolsos con ruedas, que conversan entre ellos esperando su turno. Como si estuvieran en la plaza o en la reunión del curso.

Cuando salgo a la calle, hago el mismo recorrido, aunque a la inversa . Con la espalda pegada al muro, luego tras el tronco del árbol, cruzar corriendo la calle, para ponerme de guata tras los vehículos estacionados, el trayecto punta y codo, y finalmente saltar por las panderetas hasta ingresar a mi casa por el patio.

Dejo la bolsa sobre la mesa del comedor y, orgulloso de mi atrevimiento, subo hasta mi oficina en el segundo piso, para reanudar el trabajo por internet.

Hasta que escucho la voz de la Gorda desde abajo. Suena a enojada:

– Mario… ¿y las zanahorias? Te olvidaste de las zanahorias.

Entonces le escribo a un concejal amigo: “Estimado concejal: En calidad de ciudadano vengo a solicitar que en el próximo consejo municipal pongan en tabla de discusión el siguiente punto . Las dueñas de casa que tengan un almacén a 1 o 2 cuadras de sus hogares puedan ir a COMPRAR con su debido documento que acredite su domicilio ( boleta de agua , luz o cable ). sin el temor de ser reprendidas o multadas por los efectivos militares o las distintas policías”.

¿Por qué no? Total el Concejo aprobó horarios para que las botillerías puedan vender copete.

– ¿Oíste? ¡no te hagas el sordo! Vuelve a traer las zanahorias que las necesito para el almuerzo – escucho a la Gorda, insistiendo desde abajo.

Sin deseos de discutir, me pongo mi traje de Comando, camuflaje incluido, tomo la bolsa que está arriba de la mesa del comedor, y salgo hacia el almacén.

De trayecto hacia el patio me sorprende la Lobita, mi nieta menor, que pregunta asombrada :

– Tata… ¿de que vas disfrazado, ah?¿Vas a una fiesta?

– No hija: Voy al frente de batalla, expuesto a mil peligros: cocodrilos, serpientes, leones, brujas, dragones, elefantes y todo eso – le explico.

Y ella se queda mirándome con admiración mientras salgo por la puerta de la cocina.

¡Cielos!…Lo que tiene uno que hacer para mantener a su familia.


Mario Banic Illanes

Escritor.

OvalleHoy.cl