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Me preocupa la Lobita, mi nieta menor

Desde hace tres días que la Lobita, mi nieta de 4 años, dibuja y pinta solo Coronavirus: chicos, grandes, de distintos colores y expresiones.

Hay Coronavirus que son realmente aterradores, con sus cientos de tentáculos amenazantes, fauces oscuras y una mirada perversa. Dan miedo.

“Pero no le tengas miedo, Tata, que también hago Coronavirus buenos”, me tranquiliza.

No sé si habrá escuchado a Mañalich.

Esto me preocupa. ¿Es sano dejarla hacer eso? ¿No será mejor que vuelva a sus dibujos de Peppa, el Oso, unicornios de distintos colores, casas con arbolitos? ¿De qué manera – pienso – este prolongado encierro y este bombardeo de noticias, conversaciones de los mayores,  puede afectar a los niños, en especial a los más pequeños?

Porque incluso los adultos hemos sido afectados por esta pandemia. Claro que por razones muy diferentes.

Primero por el solo hecho de verte encerrado entre cuatro paredes conviviendo todo el tiempo con las mismas personas, sin saber en qué ocupar el tiempo ocioso. Y ya nos aburrió ver televisión, escudriñar en las noticias de internet, revisar películas en Netflix. Incluso muchos han dedicado estos primeros días a leer un libro, a escuchar música , o ¿porqué no? A pintar.

Muchos, en tanto, han descubierto habilidades que desconocían, o han aprovechado en perfeccionar otras, como cocinar usando como conejillos al esposo o familiares;, tejer, tejer y tejer, zurcir viejas calcetas. Ordenar el patio o el cuarto de los cachureos. O barrer todos los rincones de la casa eliminando arañas, como hace la Gorda, mi esposa. En fin.

Pero ya entramos a los diez días y agotadas las alternativas de distracción, comenzamos a preguntarnos, mirando hacia el futuro inmediato: ¿Y ahora qué ?

El jefe del hogar, que está parado o cesante, o no ha podido atender su negocio en estos días, se pregunta: ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer con las deudas? ¿Qué voy a hacer con mis trabajadores, mis empleados? ¿Despediré algunos? O ¿Tendré trabajo cuando el asunto vuelva a la normalidad?. ¿Que pasa con los impuestos? Y todo eso es el caldo de cabeza que consumes en las noches y a cada hora del día. Le das vueltas y vueltas, sin encontrar respuestas. .

Eso explica tal vez la reacción de esa persona que esta semana agredió a un periodista de El Ovallino cuando este tomaba imágenes de la fila en la que esperaba el pago del permiso de circulación. Es posible que él – como lo dijo posteriormente – no sea una mala persona, y no sea habitualmente agresivo, pero la tensión de todos estos días lo han alterado y bastó algo tan simple para hacerlo reaccionar. A cualquiera le pasa.

Lo otro.

¿De que manera va a cambiar el país después de esto? Y no estoy hablando en lo social o económico, sino en la capacidad de haber aprovechado la oportunidad que nos da esta pandemia para reflexionar sobre los valores de la amistad, la solidaridad, por ejemplo, y tratar de ser mejores personas. Para que al final, cuando volvamos a salir de nuestras casas y recuperemos la libertad, recuperemos también la capacidad de extender los brazos hacia el vecino de aquí y el de más allá sin temor a ser rechazados porque pensamos diferentes.

Pero por ahora preocuparme que hacer con la Lobita, mi nieta.

Quizá inducirla a que cambie el tema de su inspiración artística, o ¿porque no? , sacar provecho ofreciendo sus creaciones a través de internet. ¡Vamos, no me miren así! Después de todo hay que financiar las pérdidas económicas de los últimos días. O como diría un abogado amigo, «el lucro cesante».¿no?.

Mario Banic Illanes

Escritor

OvalleHoy.cl