InicioultimasOpiniónOtra de las cosas que detesto de los conductores ovallinos

Otra de las cosas que detesto de los conductores ovallinos

Intento cruzar la calle Miguel Aguirre en la esquina de Vicuña Mackenna y una dama que conduce un jeep de color gris que sube por esta última calle hace maniobras para virar hacia la izquierda sin respetar mi derecho a paso.

El problema mayor, sin embargo, es que lo hace con una sola mano, la izquierda, pues la derecha la tiene ocupada sosteniendo el teléfono celular que mantiene pegado a la oreja derecha.

La conductora no parece haberse enterado de mi presencia. Tal vez sí, pero no le importa, e insiste en virar mientras habla por el aparato. Opto por retroceder y ponerme a resguardo sobre la acera.

El vehículo se abre en demasía y parece irse contra la terraza del café que hay en la acera contraria, pero la mujer logra controlarlo, enderezar la dirección y continuar a gran velocidad por Miguel Aguirre hacia Libertad. ¡Y todo con una sola mano!

Lo cierto es que el de manejar un vehículo mientras se usa el teléfono celular es una de las diez cosas que detesto de los conductores de Ovalle . Sea para responder una llamada, hacer una o, lo que es peor leer un mensaje o escribir uno, mientras el vehículo está en movimiento.

¿O no me dirá que nunca ha visto uno pasar por el lado, como la cosa más normal del mundo?

Para el que alguna vez se ha sentado delante de un volante, sabe que si bien es posible  controlar una máquina en movimiento en una pista recta utilizando una sola mano, en caso de una emergencia, es difícil tener una reacción oportuna y adecuada.

En el reglamento del tránsito – y eso hasta el conductor más zafio lo sabe – es una infracción GRAVE que amerita una fuerte multa , que irá de entre 1.0 a 1. 5 UTM.
No obstante eso cada día, pasan delante de nuestras narices (y lo que es peor, de las narices de los carabineros) decenas de conductores con el  equipo móvil pegado a la oreja, con los ojos clavados adelante, pero la mente a decenas de kilómetros de distancia.

Cuando regreso a casa el conductor del taxi colectivo en el que viajo responde una llamada en el trayecto. Son treinta segundos (el equivalente a una cuadra y media) de conversación en la que él advierte a su interlocutor que no puede hablar más porque va manejando. “Te llamo después”, dice y corta.

–    ¿No sabe que es peligroso hablar mientras maneja? – le pregunto.
–    Nooo, estoy acostumbrado. Además sólo fue un rato.. – dice con la sonrisa típica del sorprendido en falta.

Por eso, cada vez que voy a cruzar una calle y veo aproximarse a un tontorrón (a) hablando por su teléfono, o con la vista baja mientras chatea, prefiero dar un paso atrás para mi seguridad, aunque temiendo que en la esquina próxima se le atravesará una anciana y no podrá detenerse a tiempo.

Es probable que la noticia en los diarios al día siguiente dirá: “Muere atropellada anciana que se atravesó intempestivamente en la calzada”.

En una próxima oportunidad me referiré también al tontorrón que conduce por las calles de la ciudad, a cualquier hora del día, a alta velocidad, sin importarle un rábano la seguridad y la vida de sus semejantes.

M.B.I.

OvalleHoy.cl