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Paseo peatonal, mercachifles, ruidos molestos y funcionarios públicos

Señor Director:
Una mezcla inapropiada de colores puede ser calificada de abigarrada; una reunión caótica de enseres suele ser calificada de heteróclita o, simplemente, de desorden; pero cuando se escucha un ruido estridente, invasivo y desgreñado se dice que es una bulla infernal.

Por eso, no sería del todo correcto decir que la calle Vicuña Mackenna es un paseo peatonal; puesto que la palabra ‘paseo’ tiene reminiscencias placenteras. Contrariamente, por Vicuña Mackenna el peatón deambula saeteado por las estridencias que lanzan al aire los mercachifles. Pero hay algunos metros que son un oasis de civilidad. Ellos hay que agradecérselos a los comerciantes de la misma calle. Éstos, a diferencia de los mercachifles, observan escrupulosamente las pautas del comportamiento civilizado —o, si se prefiere, de la urbanidad—, cultivan las reglas del buen vivir y respetan la ciudad.
Respecto de los mercachifles se dirá que en esta vida todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida. Es verdad. Pero hay formas y formas de ganarse la vida. Una persona puede ganarse la vida en armonía con el prójimo o agrediendo a sus congéneres. En consecuencia, no da lo mismo la manera como una persona se gana la vida.

Se dirá que los mercachifles de Vicuña Mackenna pueden bombardear a los transeúntes con los ruidos que les venga en gana, porque la calle es pública. ¡Error! Precisamente porque la calle es pública no pueden hacer lo que les venga en gana. El espacio público, a diferencia del privado, está sometido a reglas y prohibiciones perentorias. Pero parece que eso no lo saben los mercachifles ni quienes avalan su conducta. Nada que decir; no tienen por qué saberlo; aunque tampoco se justifica el que no lo sepan.

Los que sí debieran saberlo son los empleados públicos. Pero parece que no lo saben. ¿Serán ignorantes? No lo sé. Pero sí lo son, enhorabuena que así sea, puesto que la otra alternativa es muchísimo peor. ¿Por qué? Debido a que si los funcionarios públicos son capaces de distinguir perfectamente entre lo privado y lo público y no respetan, ni hacen respetar, las reglas que rigen a este último, estaríamos en presencia de seres perversos.
En efecto, serían perversos, en cuanto deliberadamente pisotearían las reglas que ellos deben resguardar y en cuanto conscientemente optarían por el mal en desmedro del bien.

Luis R. Oro Tapia
Carén, comuna de Monte Patria

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