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Reencuentro de los Hijos de Los Mantos en el 20º aniversario de su fundación 

Frente a la iglesia San Vicente Ferrer de Ovalle, esperaba una micro engalanada asemejando a los transporte que utilizábamos de pequeños desde Los Mantos a Ovalle, conducido por don Jorge Roco Pereira.

Al ver tantas caras conocidas después de cuarenta o cincuenta años y más, nuestros corazones, latieron más fuertemente, nuestros ojos se inundaron de lagrimas, nuestros cuerpos se abrazaron y emergen del fondo del alma recuerdos de antaño.

El bus emprende rumbo hacia el campamento mágico de Los Mantos, en Punitaqui. A la caravana, se suman nuevos mantinos, esos niños que ahora son hombres, profesionales con sus familias, conducen sus propios vehículos, que de todo Chile, viajan a este campamento: Viña del Mar, Copiapó, Santiago, La Serena, Coquimbo, Villa Alemana, Ovalle, Calama, Vallenar, Quintallaco, Valle de Elqui, Punitaqui y alrededores.

Algunas asistentes posan con el párroco José Pérez Valencia de Punitaqui (foto: cedida)

De pronto, ante nuestras pupilas, como un espejismo, emerge la planta con su sonido que desde pequeños, era familiar.

Llegando a la quebrada, ya no existe la casa de los Quillot, a un costado aparece un puente, que no estaba en nuestra memoria, nos recibe el prevencionista de riesgos de la empresa Altos de Punitaqui, para la sorpresa de este Vigésimo Aniversario del Círculo de Hijos de Los Mantos “Hernán Rojas Cortés”. Gracias a gestión efectuada por el concejal y gran hijo mantino, José Palma Gallardo, se nos autoriza el ingreso.

Nuevamente se abrazan, sonríen, gritan, se reconocen. como niños que alguna vez caminaron por aquellas calles polvorientas. Miramos y miramos, ya no está la escuela, maestranza, retén, fundición, los pinos, etc. Nuestros pies nos llevaron por la oficina de pago, casino, los camarotes de solteros, de repente por una calle, vimos la añosas moras, que a pesar del tiempo son mudo testigo de nuestras vidas. Sin darnos cuenta nos adentramos en la casa de huéspedes, lugar que antaño, era exclusivo para la gerencia, los Hijos de Los Mantos, corrían cual niño por aquel lugar.

(Foto: cedida)

Se plasman los momentos en fotografías que cada uno quería guardar.

En un instante, esas moras añosas, con un fondo de borra gris, cada uno viajó en un portal del tiempo, reviviendo el calor de hogar que se vivió en ese campamento y que ahora yace, sepultado, destruido, bajo toneladas de riqueza: oro, mercurio, cobre.

Cada esencia, revivió sus primeros años, primeros pasos, aromas, letras, amores, desamores, tristezas, alejamientos, bailes en el corral del sindicato, amistades, tardes de domingo, con deportes, música, cine, besos a la luz de la luna o bajo el pimiento, bosque y quebrada y tantos y tantos recuerdos que llevaremos por siempre.

Regresamos a Punitaqui, para unirnos en misa y dar gracias al creador, e invocar la bendicion para seguir unidos. El sacerdote José Pérez Valencia, destacó la asistencia de nuestras queridas “reinas madres”, que siempre, nos demuestran su sabiduría y amor por sus hijos, en ellas, vemos representadas a nuestras propias madres ausentes.

Una imagen de los antiguos mineros de Los Mantos (foto: cedida).

Las ofrendas, entregadas en el altar consistieron en elementos del diario vivir, para finalizar la eucaristía, se entono el himno escrito por Iván Araus Mancilla, la arenga de ¡Viva Los Mantos! a cargo del sacerdote y replicado a todo pulmón por los emocionados asistentes.

Para concluir este maravilloso encuentro se compartió un almuerzo de camaradería, entre los cerca de trescientos asistentes a este magno acontecimiento, donde continuamos las muestras de afecto, cariño y fraternidad que tan bien caracteriza a los Hijos de Los Mantos.

Los Mantos, Punitaqui, 17 de Febrero de 2018

OvalleHoy.cl