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Sabemos que de esta sequedad va a florecer con más fuerza el ser familia

Muchas veces en la vida se nos olvida que es ser familia ya que creemos que lo construido  basta pero lo que estamos viviendo hoy han sacado a flote ciertas falencias que pensábamos que no nos tocaban en nuestra relación.

Pues estamos tan insertos en el quehacer hacia afuera que nos olvidamos del interior de la familia, es cierto que como padre y madre  se desarrollan múltiples tareas que multiplican el quehacer diario, atención, cuidados, preocupaciones, economías, comprar, gastos etc., esto siempre trae consigo desosiego y desavenencias, no es malo; pero también es bueno pensar en la interioridad; pues lo central está en la familia en la cual cada uno tiene un rol que ejercer en la transmisión de valores y en el cuidado de los hijos; que en los periodos que nos tocó vivir en la adolescencia nos cuestionaban y se sentían que eran dejados de lado y siempre estaba en ellos el deseo de desafiar la autoridad y eran críticos en sus opiniones pues veían que sus padres pasaban más tiempo con otras personas.

Muchas veces nos cuesta reconocer que siendo comprometidos con nuestra fe no compartimos en un dialogo abierto y sincero. Comunicar la fe no consiste esencialmente en razonar juntos sino en el crecimiento de la vida incorporándonos como padres e hijos para crecer en la vida familiar.

En esta crisis de transmitir los valores debemos centrarnos en las dificultades propias de la comunicación en cada una de nuestras familias; ya que solo algunos viven de manera comprometida y consciente esta responsabilidad.

Es cierto que se vive tan apresurados que muchas veces las relaciones con otros son superficiales  y la vida cotidiana se dispersa en diferentes ámbitos de actividad desempeñando papeles y roles diversos sin integración ni coherencia, es algo que hay cuidar ya que también se cae en estas actitudes que conlleva a perder nuestra identificación de padres y los valores para lo cual todas las familias con una fe cimentada deben procurar en desarrollar espacios reales de comunicación y de responsabilidad con los hijos, abiertos al aprendizaje para transmitir esta fe que es el eje y centro de todo el actuar de cada familia y es en la oración donde nos nutrimos y comprendemos el valor de este Padre y Madre Dios que nos fortalece con su amor misericordioso.

Hay que rescatar esa vida familiar ya que estas experiencias tan fuertes que nos han tocado vivir estos meses nos han volcado en dignificar el amor, ya que algunos con este encierro no hemos podido estar con los hijos y en nosotros nuestros nietos y eso de verdad nos lleva a tener sensaciones diversas, alegría, tristeza, llanto, pero nos hemos podido comunicar o ver  a través del celular o video llamadas. Sabemos que de esta sequedad va a florecer con más fuerza el ser familia y  las raíces de la vida estarán más fuertes para dar gracias a Dios por lo que nos ha regalado en cada uno de los miembros de  cada familia.

Gracias por ser y formar una familia bendecida por la gratuidad de Dios.

 Hugo Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl