InicioOpiniónEntrevista “Todavía la gente dice: ‘A ésta le gusta que le peguen’”

 “Todavía la gente dice: ‘A ésta le gusta que le peguen’”

Alejandra Pozo es testigo cada día del miedo, el dolor y muchas veces de la enajenación que experimentan cientos de mujeres que sufren violencia intrafamiliar (VIF) en la provincia del Limarí. Hace ocho años que trabaja en Ovalle en el Centro de la Mujer Sayén, del Servicio Nacional de la Mujer, SERNAM, donde es su coordinadora.

Allí, Alejandra, trabajadora social,  pone en juego sus propias emociones para realizar una labor que consiste en acoger y orientar a las  mujeres que llegan buscando ayuda para terminar con las agresiones físicas y psicológicas. Además, junto a un equipo de seis profesionales  realiza campañas de prevención y educación para terminar con los mitos de la violencia, pues  dice que ésta “se aprende y por eso hay que reeducar”.

Los años del Centro Sayén

19-03-2015 Centro Sayen
Centro de la Mujer Sayén, ubicado en calle Carmen 157, Ovalle.

En mapudungun, Sayén es un nombre femenino que significa dulce, amable, cariñosa, mujer de corazón abierto, significados que las profesionales del centro de la mujer han plasmado en su trabajo, desde que se creó en el 2006.

Según cuenta Alejandra Pozo, el centro empezó como “un proyecto comunal” con el objetivo de acompañar a las mujeres víctimas de violencia intrafamiliar en los procesos jurídicos, sociales y psicológicos para que no se queden sólo en la denuncia, “porque cuando les hablan del tema jurídico, de audiencia, de patrocinio pierden la compostura y no entienden nada”.

Como fue un proyecto muy exitoso, luego de dos años el SERNAM lo convirtió en un centro provincial, que hasta el momento ha atendido a  2400 mujeres.

«La mejor terapia para una mujer víctima de violencia intrafamiliar es pertenecer a un grupo de apoyo».

¿Cómo llegan las mujeres al centro Sayén?

«Generalmente es el Tribunal de Familia que más las deriva o alguien que ha sido usuaria. Hay meses que tenemos 15 ingresos, otros 35, hemos incluso detectado los meses más complicados, por ejemplo post 18 de septiembre, enero y febrero, llega mucha gente».

¿Cuál es el perfil de las mujeres que acuden por ayuda?

«De año en año ha ido cambiando. Un año tuvimos muchas profesionales, un 30%, que para nosotros es mucho porque generalmente las personas que tienen más acceso a la educación guardan un poco eso, o van a un lugar privado y no al servicio público.  Sin embargo, el problema es transversal, no existe un perfil único de mujer».

¿Cuál es el trabajo que realizan con ellas?

«Los centros de la mujer no son reparatorios, es decir que no se hacen terapias sicológicas individuales, sino que terapias emocionales a través de talleres de apoyo. Pensamos que las mujeres no iban a querer contar en un grupo lo que les pasa, porque ya es complejo contar lo que les ocurre. Sin embargo, la mejor terapia para una mujer víctima de VIF es pertenecer a un grupo de apoyo».

¿Qué se hace durante las sesiones?

«En las sesiones participa siempre un profesional, por ejemplo una abogada habla de la pensión alimenticia, el divorcio, todos los temas ligados a una denuncia, con un lenguaje simple para que se tranquilicen y sepan que no es nada del otro mundo ir a un tribunal. Hay sesiones en las que se aplican dinámicas de confianza, se rompen los mitos de la violencia, porque todavía la gente dice: “a ésta le gusta que le peguen”, cuando hace la denuncia y vuelve con el tipo.

Además, hay una sesión del duelo, de cómo vivir esa etapa de separación, porque a pesar de la denuncia es la persona con la que se supone iban a vivir para siempre, es el padre de sus hijos, es necesario que lloren, que lo expresen».

¿Cómo se realizan las sesiones?

«En grupos de 5 a 8 personas, se hacen de 8 a 10 sesiones. Hay tantas realidades que han hecho que a las direcciones técnicas del centro también vayamos aportando las experiencias de las mujeres,  sobre todo por la transversalidad. Antes, las instrucciones eran que todas pasaran a los talleres, pero no tienen el mismo perfil. Ahora las evaluamos y les preguntamos qué es lo que quieren, si necesita que la acompañe la abogada o si quiere participar de un taller.

A veces, con aquellas que son profesionales nos quedamos entrampadas porque tienen todas las herramientas técnicas para decir “no puedo soportar esto”  y sólo requieren el apoyo jurídico,  además hay algunas que son súper reticentes porque trabajan en lugares públicos y no quieren que las vean».

«Hay mujeres que están tan anestesiadas emocionalmente que no ven que  están en peligro…»

¿Cómo se evalúa a las mujeres que llegan?

«Se llena una ficha bien extensa que no sólo pregunta los datos, sino que también factores de riesgo: cómo vive, con quién, si tiene apoyo, si trabaja o no, qué tipo de violencia ha sufrido, si tiene antecedentes de abuso sexual en la infancia, etc.

En la intervención el principal objetivo es detectar el riesgo, si vemos que está en riesgo de muerte, inmediatamente hay que ofrecer la casa de acogida que tiene el SERNAM, para protegerla a ella y a sus hijos.  Hay mujeres que están tan anestesiadas emocionalmente, que no ven que están en peligro, dicen “no, él no me va a matar”, pero intentó ahorcarla la noche anterior».

¿Qué pasa cuando les dicen que su vida está en riesgo?

«Algunas lo tienen súper claro, por eso buscan ayuda y aceptan ir a una casa de acogida, porque entienden que hay abuso de drogas, alcohol y factores que se van a escapar de sus manos y que también están en peligro sus hijos. A otras les da lo mismo que pase con ellas, pero cuando piensan en sus hijos, en quién los va a cuidar, ahí hacen el cambio. Pero también hay otras que dicen  que se van a defender y ahí es más peligroso porque es él o ella.

Usamos todos los recursos, pero si no quieren (ir a la casa de acogida) ellas deben firmar porque lamentablemente no podemos hacer nada, distinto es con los niños porque se pone una medida de protección  y se internan.

¿De qué forma y en qué momento dejan el centro?

«Ellas llegan con la evaluación de dupla, asistente social y psicóloga. Depende del plan de intervención el tiempo que vamos a permanecer con ellas, en general el SERNAM nos pide que sean seis meses. En este periodo vienen a los talleres o a las sesiones con la abogada, o bien con la psicóloga.

Luego de una evaluación en la que se determina que no está en riesgo la vida, se da el alta, lo que no quiere decir que no siga viviendo violencia.  Pero si vive violencia física o si arroja un riesgo emocional no podemos egresarla del programa, aunque haya venido los seis meses y haya participado de todos los talleres».

¿Qué pasa cuando egresan?

«Después del egreso durante tres meses se realiza un seguimiento y si en este tiempo vuelve a vivir violencia se puede reingresar al programa. Hay mujeres que vuelven al año o a los años después.  A veces dicen “yo le di la oportunidad y en realidad él no cambio, pero los talleres me sirvieron harto,  y yo me quiero ahora”. No somos prejuiciosas porque entendemos el fenómeno, sabemos que vuelven porque es parte del proceso de empoderarse».

«Al igual que los programas de alcohol, el hombre tiene que querer ser intervenido…la violencia se aprende, por eso hay que reeducar y las terapias son a largo plazo y en grupo».

Si vuelven con sus parejas y siguen siendo agredidas  ¿existe algún trabajo con los hombres para que cambien su conducta?

«Hace cuatro años existen los centros de hombres, que también están bajo el SERNAM porque el tema de la violencia intrafamiliar es bastante complejo. Si bien las carreras psicosociales tienen una  preparación académica en VIF, cuando uno lo ve desde la perspectiva de género, cambia la visión. Hay muchos colegas del área de la salud que no tienen el tema de género e incluso hacen terapia de pareja cuando hay violencia y eso no se puede hacer, porque una mujer que está vulnerada, minimizada, asustada, no le va a poder decir al profesional “a mí me molesta cuando en la noche él me viola”, porque está el hombre al lado».

¿Cuál es el trabajo que se realiza con los hombres?

«Primero, al igual que los programas de alcohol, el hombre tiene que querer ser intervenido, aunque existe una derivación del tribunal, generalmente a los consultorios para tratar el control del impulso.

Los centros de hombres tienen personal  que ha trabajado en los centros de mujeres y tienen la experiencia de trabajar con la víctima y por eso es un programa reparatorio, que dura entre un año y año y medio. Se dice que la violencia se aprende, por eso hay que reeducar y las terapias son a largo plazo y en grupo. Además, cuando en una pareja cada uno asiste a un centro, se cruza la información para ir trabajando en conjunto los temas».

Largo camino por recorrer

02- 01 - 14 violencia
En el 2013 se hicieron 688 denuncias de violencia intrafamiliar en la provincia de Limarí

Según el Boletín Estadístico Anual de la Fiscalía, en el año 2014 en la región de Coquimbo hubo 4360 víctimas de Violencia Intrafamiliar (VIF), de las cuales 3709 fueron mujeres y 914 hombres. Por otro lado, el Anuario de Carabineros del año 2013 señala que en ese período en la provincia del Limarí se efectuaron 688 denuncias por VIF, siendo la comuna de Ovalle la que tuvo el mayor número con 474, Monte Patria 131, Punitaqui 40, Combarbalá 38 y Río Hurtado 5.

Para cambiar estas cifras, que en el último tiempo han ido en aumento, Alejandra Pozo dice que se  necesita un trabajo a largo plazo que cambie las conductas violentas que están normalizadas en la cultura. Una tarea que ha asumido junto al equipo del centro formado por  dos  trabajadoras sociales, una sicóloga, una abogada y dos técnicos en trabajo social.

«Hay muchas cosas que no se saben, por ejemplo que no se puede acusar a la mujer de abandono de hogar, eso no existe hace muchos años».

¿En los años que lleva trabajando en el Centro Sayen cuáles son los cambios que ha visto en torno  la violencia intrafamiliar?

«Creo que es un trabajo a largo plazo porque es un tema  cultural, pero uno ve los cambios si, al menos, en una o dos sesiones puede mostrar un video, decir y trabajar los mitos. Eso ya abre un poco la mente de lo que está pasando no es normal. Las mujeres que atendemos nos dicen “tantos años aguantando que este hombre no me dejara trabajar, que debía criar los niños y tenía que hacerlo porque era parte de ser mujer, pero nadie me dijo que tenía derecho a pensión de alimentos, etc.”

Hay muchas cosas que no se saben, por ejemplo que no se puede acusar a la mujer de abandono de hogar, eso no existe hace muchos años. Cuando no lo saben piensan que les van a quitar sus hijos y se mantienen en situaciones de violencia por mucho tiempo.

En los colegios falta que el orientador y el sicólogo se especialicen en estas materias, porque una charla al año no es suficiente. Cuando vamos y mostramos vídeos, nos damos cuenta que ellos se ven reflejados en algunas conductas, por ejemplo está muy normalizado el tema de pedir las claves de las redes sociales, del Facebook, para validar su amor, es la nueva prueba de amor».

Además de tratar el tema de la violencia ¿hablan de otros aspectos de género, como el aborto por ejemplo?

«Depende, porque ese no es el objetivo nuestro, pero si se da en un taller lo tratamos. Pero la igualdad de los derechos la tratamos todo el tiempo, porque lo que pretendemos es que se sientan iguales a los hombres, porque siempre han estado en una desigualdad de poder, disminuidas. Nos enfocamos en la autoprotección, de usar las redes con las familias».

De las mujeres que han atendido en el centro ¿alguna ha resultado con  lesiones graves?

«Los casos que tenemos de reingreso no son de riesgo vital, porque en general cuando las han amenazado con arma blanca o las han tratado de ahorcar, las mujeres no vuelven con la pareja. Pero el resto es violencia intrafamiliar sicológica,  las mujeres dicen que es más terrible y me dicen “prefiero que me pegue un combo  y pasó, a que todo el día y todos los días me diga que soy una estúpida, que quién me va a pescar, guatona”, es una constante denigración.

Además, es difícil decir si han vuelto o no a situaciones más graves, porque cuando regresan ellas bajan el perfil. Pocas son las que cuentan todo lo que han vivido, porque se sienten mal. Debemos tener tolerancia a la frustración porque movilizamos todo un sistema, con la abogada, la casa de acogida y las señoras dicen no, porque la retractación es parte del fenómeno de la violencia».

¿Qué es lo que más le ha impactado de las historias de estas mujeres?

«En una sesión trabajamos con un espejo y una señora se paró frente a él y se puso a llorar. Cuando le preguntamos qué le pasaba, nos dijo que hace siete años que no se miraba a un espejo. Estas cosas te ayudan en el crecimiento profesional y no están en un libro.  Ella decía que se tenía rabia por haber permitido tanto abuso. En la mañana cuando uno se levanta lo primero que hace se mira al espejo, entonces es difícil entender como existe un daño de tal magnitud en lo emocional, que ella no se miraba al espejo».

¿Cómo sobrelleva el equipo de trabajo el estar en contacto diariamente con mujeres que han sufrido violencia?

«El mayor autocuidado que tenemos es la complicidad del equipo, somos solidarias, nos apoyamos mutuamente, nos reímos harto de nosotras, de la vida, porque es la única forma de hacer catarsis. Además, el Sernam tiene un ítem destinado para autocuidado, que nos permite cada dos meses salir de la oficina, hablar del autocuidado y luego realizar actividades recreativas.

En la casa, al inicio llegaba contando las historias que me sorprendían mucho, pero después uno deja de hacerlo, por salud mental. Sin embargo, igual hay casos con los que uno se va muy preocupada, sobre todo cuando son casos graves».

¿Cuáles son las satisfacciones de su trabajo?

«Me encanta mi trabajo porque tiene recompensas que no tienen que ver con lo económico, sino emocionales. Una señora vino a agradecernos por lo que habíamos hecho por ella y además, a mostrarnos que había recuperado sus dientes, uno a veces no se da cuenta de lo significativo que es para las mujeres el Centro.

En mi familia tengo todo revolucionado, porque todo lo machista queda fuera, en el entorno uno trata de incorporar lo que sabe, nadie es culpable de que sean como son, sino que el sistema ha hecho que funcione así con el patriarcado, el machismo».

Por Claudia Guerra Calderón

OvalleHoy.cl