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Todos somos camioneros.

Al pensar en el oficio de camionero, se me viene a la cabeza una persona autónoma, esforzada, buena gente, bonachona lo que no es antónimo de fuerte, solitaria, valiente, una persona que debe pasar días o semanas lejos de sus casas y familias, que tienen un estilo de vida de sacrificio, no solo personal, sino familiar, de una gran responsabilidad.

Pues por una parte, cumplen un rol indiscutible en la sociedad de abastecer y conectar al país y por otro lado el llevar consigo esa conciencia del riesgo constante que resulta ser francamente agotadora, ya que ante cualquier inconveniente que ocurra en la ruta, deben ser capaces de reaccionar, pues de lo contrario el choque de un vehículo de alto tonelaje puede causar muchísimo daño a los demás vehículos menores y ni hablar cuándo lo que se transporta son cargas peligrosas y si a eso le sumamos la exposición constante a ser asaltados, baleados o ver destruida su fuente de trabajo, es realmente una presión ingrata.

Lo que están pidiendo es simplemente seguridad, seguridad que el Estado debe proporcionarles, pues es deber del Estado otorgar a todos y cada uno de los habitantes de la República el derecho a vivir seguros, tanto es así que nuestra Constitución en su Capítulo I llamado “Bases de la Institucionalidad” en su artículo 1 inciso quinto señala: “Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional, dar protección a la población y a la familia, propender al fortalecimiento de ésta, promover la integración armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional.”

Entonces ¿qué está pasando con este grupo de compatriotas?, ¿Por qué los han “abandonado” a su suerte?, porque el trato que han recibido los últimos años ha sido de una indiferencia enorme, al dejarlos simplemente a su suerte, en donde todos han fracasado desde los Tribunales de Justicia, la Fiscalía, y todos los Gobiernos sin excepción, por lo que es impresentable que el Ministerio del interior “negocie” condiciones “especiales” con un asesino condenado de quemar vivo al matrimonio Luchsinger Mackay y  tenga ahora cara para decirle a los trabajadores que arriesgan su vida a cada minuto para transportar los elementos de primera necesidad para todas las familias de Chile y que solo exigen “seguridad” en las carreteras especialmente en el sector de Arauco y Araucanía por el narcoterrorismo que hace años ha penetrado en esa zona  y el gobierno en vez velar por la seguridad de todos sus habitantes los amenaza diciendo  “No toleraremos ningún tipo de presiones” cuando llevan años haciéndolo y estos últimos meses desde el 18 octubre han entregado la estabilidad de nuestra institucionalidad justamente porque cedieron a las presiones de la oposición y que ha acarreado tanto daño a nuestro país y su desarrollo.

No debemos como sociedad seguir tolerando que grupos de vándalos y terroristas amedrenten a tantos transportistas que deben sortear no solo las inseguridades a las que inevitablemente se ven expuestos en las rutas, sino además el de ser  víctimas de un asalto o peor aún como le sucedió a Don Juan Barrios un 09 de febrero de este año que mientras dormía en la cabina del camión, le tiran una molotov lo que le  impide salir  a tiempo de la cabina convirtiéndose en una trampa mortal resultando con quemaduras del 30% de su cuerpo y lucha por su vida por tres semanas falleciendo finalmente, a otros muchos camioneros les roban las cargas, les queman sus vehículos, o que se repita lo que hace pocos día la noche del 21 agosto vimos por los medios del asalto a un transportista cerca de Collipulli y hieren a su hija de 9 años con uno de los 6 balazos que dispararon a la familia para que se bajaran del camión junto a improperios a sus padres  mientras les quemaban el camión.

Es verdad que a nadie le gustan los paros, pero estos son “gritos” desesperados por ayuda, de ser considerados y escuchados, lo único que piden es poder trabajar de manera segura. Chile definitivamente está siendo presa de actos irracionales, vandálicos, de las imposiciones de las minorías y lo que es aún peor, de la pérdida del respeto y de las libertades, por lo mismo siento que todos debemos alzar la voz y exigirles a las autoridades que briden la protección que no sólo se merecen sino que les corresponde a cada uno de esos compatriotas que día a día arriesgan sus vidas y que ayudan a mantener a todo Chile conectado. Viva Chile, viva la libertad y vida el derecho a vivir seguro y en paz.

Susana Verdugo Baraona

OvalleHoy.cl