InicioOpiniónBlogs / ColumnasTodos somos críticos de cine o sobre el arte de recomendar

Todos somos críticos de cine o sobre el arte de recomendar

Hace unos días un Tiktoker español recomendaba una película que, según él, les volaría la cabeza a los espectadores; otro, un argentino, decía que tal película de terror era magistral, una verdadera obra de arte. Pues bien, estoy de acuerdo con que todos podemos ser críticos de algo, pero de ahí a creerse un referente es otra cosa, ya que el arte de recomendar posee el riesgo de dejar al descubierto nuestras propias limitaciones sobre la realidad. Y eso es nefasto.

La 96ª entrega de los Premios Óscar  se acerca a pasos agigantados y la fanaticada espera que tal o cual película sea la que se lleve la preciada estatuilla. Hay varias nominaciones interesantes, y la crítica comienza a ser fastidiosa con los criterios de selección. En fin, son los pormenores de la fiesta universal del séptimo arte. Al respecto, hace unos días un tiktoker español señalaba una de sus películas favoritas agregando que todos hablarán de ella: Saltburn. Dirigida por Emerald Fennell (1985), actriz, productora, guionista y directora británica, esta película del 2023 clasificada como comedia negra, cosa bastante rara, nos presenta una historia bastante inusual, sobre mundos desconocidos para el común de los mortales, como es la aristocracia y la Universidad de Oxford, y las aparentes desventuras de un joven presumiblemente homosexual y ambicioso.

Por otra parte, Saltburn se menciona en términos de depravada, sofocante, angustiante, atrevida, tórrida, donde cada apelativo la sitúa a un nivel casi de asfixiante. Pero no es para tanto. Sin duda es una producción distinta, con una narrativa que involucra al espectador y, tal vez, lo ponga incómodo. Pero de este tipo de cine hemos visto cosas muchísimo más convincentes, inclusive series. Mencionar, por ejemplo, The lobster (2015) o Under the silver lake (2018) que pasaron inadvertidas y son realmente asombrosas.

Entonces hago el punto sobre las recomendaciones, algo que se nos hace tan habitual en lo cotidiano y que, incluso, hacemos semanalmente por este medio. Recomendar es una palabra compleja, de origen latino que significa acción y efecto de dar un consejo o elogio. Pero metafóricamente significa que se confía en otra persona el juicio sobre algo. De ahí que se pida la sugerencia sobre un buen vino o un buen restaurant, a un enólogo, a un sommelier, a un chef, etc. pero sobre el arte o una película es más dificultoso. Susan Sontag decía que la obra de arte es una invitación a pensar, y entonces cabe hacerse la pregunta de si es ético traspasar mis visiones sobre algo a otra persona evitando que piense por sí sola. Eso es lo que ocurre puntualmente sobre el arte de la recomendación. Porque no se trata de decir “vea tal cual película porque a mí me conmovió”, sino de afirmar “esta producción es un acierto en términos de recursos técnicos”, por ejemplo. Y en el caso de Saltburn, no creo que una bañera cobre a partir de ahora, para mí, un nuevo significado. Sí puedo decir que a ratos se pone lenta, que el protagonista tiene giros que no me convencen, que la escena final me recordó a Tom Cruise en Risky Business bailando solo en su casa al son de Old Time Rock and Roll de Bob Seger, mientras que acá el ritmo lo pone Sophie Ellis-Bextor con Murder in the Dancefloor (2001), y que de comedia negra tiene poco.

Y ya que el tema de la recomendación está sobre la mesa, Netflix estrenó este 4 de enero la película La sociedad de la nieve dirigida por el español Juan Antonio Bayona (1975), basada en el libro del escritor uruguayo Pablo Vierci, sobre la tragedia de los deportistas uruguayos ocurrida en 1972. Ya tiene varias nominaciones a los Premios Óscar y dice que promete, al igual que la chilena La memoria infinita de Maite Alberdi, lógicamente en categorías diferentes. La sociedad de la nieve está bien contada, está bien rodada (se filmó mayormente con nieve verdadera a dos mil metros en montañas de Granada, España) y se coronó como la película española con el mayor presupuesto de su historia cinematográfica. Sobran razones para verla, aunque sabemos la historia acerca del canibalismo de los sobrevivientes y los diez días que Parrado y Canessa caminaron por la cordillera hasta dar con el arriero chileno Sergio Catalán. Tiene diferencias y similitudes con la anterior versión de esta tragedia, Viven (Alive) de 1993 protagonizada por Ethan Hawke, hablada completamente en inglés por si no la ha visto. Habiéndose cumplido ya 51 años del Milagro de los Andes el pasado mes de diciembre, creo que esta nueva producción es más que un merecido homenaje sobre la condición humana. Juzgue usted entonces, a la luz de lo planteado, si lo anterior es una recomendación o sólo un comentario.

Por Roberto Paz

Profesor de Estado

OvalleHoy.cl