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Un amigo me pregunta que hasta cuando reclamo por todo

Un amigo me pregunta “hasta cuando jodo” , reclamando por todo: escribiendo sobre el comercio ambulante, ciclistas en las aceras, rayados en las murallas, automovilistas que no respetan la norma de velocidades en zonas urbanas, perros callejeros que atacan a los transeúntes, etc.

“¿O no tienes otros temas sobre los que hablar, ah?”, agrega.

La verdad es que sí, tengo otros muchos temas, y lo hago a diario. Es que son estos los temas (lo admito) en los que soy reiterativo.

Entonces le explico que lo hago para que la comunidad tome conciencia de la necesidad de respetar las normas, los reglamentos, las leyes y evitar que en mi ciudad empiece a operar la Ley de la Selva”.

“Y mi lógica es que yo soy el eslabón más débil de la cadena alimenticia y si yo viviera en la selva, sería el primer ejemplar en ser devorado por un león, una pantera, un lobo, etc. Porque soy el más viejo, el menos fuerte, el menos veloz, etc. Sólo me salvaría mi inteligencia, lo que con frecuencia no sirve de mucho en una selva”, agrego.

Mas aun, le digo que las normas, los reglamentos, las leyes, son aquellos instrumentos legales que sirven para un ordenamiento en una sociedad . ¿Se imaginan que en una sociedad cada cual hiciera lo que le viniera en gana? ¿Anduviera en su vehículo por las calles a la velocidad que quisiera, o en la dirección que se le antoje? ¿Qué los comerciantes se instalaran donde les fuera más cómodo y conveniente a sus intereses económicos o personales? Que yo mantenga a mi perro suelto en la calle durante el día para evitar que moleste o ensucie en mi casa, y lo encierre en la noche para que cuide la vivienda, sin importar que ensucie el frontis del vecino o ataque a los que pasen cerca del sector. O que, peor aun, cuando dejó de ser pequeño y bonito, y no juegue con los niños como cuando era cachorro, lo abandone en la vía pública.

O reclamar por el “derecho de expresión” del adolescente que vive a diez cuadras y en la noche raya el muro recién pintado de tu casa con signos sin sentidos y tengas que volver a gastar otros $ 40 mil para repintarlo.

¿O que pase un ciclista por la acera a gran velocidad y derribe a la anciana que no se puede quitar a tiempo, fracturándole un brazo? ¿O el que anda zigzagueando entre los automóviles, a menudo en contra el sentido el tránsito, poniendo obligando a los automovilistas a frenar o esquivarlo?

Mi amigo mueve con duda la cabeza.

“Deberías dejar de reclamar por todo”, dice luego y se aleja.

Tal vez heredé esto de mi padre, un viejo jodido al que, como le aseguró una autoridad local de su época (el ex Gobernador, don Waldo García) , “le gustaba orinar contra el viento”. Lo que en lugar de molestarle lo llenó de satisfacción. Eso por su afición a siempre ir a contrapelo de la corriente, y meterse entre las patas de los caballos con sus opiniones, aunque después saliera machucado. Es que él no usaba la pluma como una espada, sino mas bien como un aguijón, en cierta forma como el tábano de Sócrates, para mantener despierto con sus artículos no al caballo sino a la sociedad local. Y por lo general sacaba roncha.

Bueno, si esto sirve para ayudar a mantener lo más ordenada posible nuestra ciudad, continuaré haciéndolo. Cateteando, jodiendo, jodiendo, jodiendo una y otra vez.

M.B.I.

OvalleHoy.cl