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Un Cazador de Sangre Fría

20 - 10 - 14 mario ortizUna repentina llegada de los vientos del norte y un leve descenso de la temperatura en la Reserva Nacional Las Chinchillas, son la antesala de una nueva estación.  Inevitablemente el cálido verano retrocede para dar paso al otoño, que anuncia su llegada con suaves vientos danzantes, que esparcen las hojas caducas, tapizando  el suelo reseco que aguarda en larga espera la esquiva  lluvia invernal.

La quietud de los días grises se instala en el entorno de la pérgola, estimulando el recuerdo de la intensa actividad de la fauna silvestre durante el verano. En medio de estas rememoranzas, surge una de las imágenes infaltables en este lugar a la hora del calor en los días estivales. La imagen de la fascinante, “Iguana Chilena”.

Me parece verla meciendo su cuerpo de lado a lado, con pasos prehistóricos, vestida de gala con pechera naranja y su característico mosaico burdeo en el lomo, salpicado de negro y gris.  Recuerdo que en esos días cálidos, una de estas iguanas me mostró una de sus más sorprendentes estrategias de caza…

Caminando por el suelo candente llegó hasta la sombra de un guayacán, se agazapó en el piso y comenzó a moldear la tierra suelta con el vientre hasta quedar semienterrada, luego empezó a echarse tierra en el lomo con sus extremidades, hasta casi desaparecer de la vista.

Una vez logrado el perfecto camuflaje, se quedó inmóvil en espera de alguna presa.  Permaneció largo rato quieta, expectante, invisible, parecía no tener prisa, como si el tiempo no transcurriera,  hasta que la repentina llegada de un zorro culpeo que pasó trotando muy cerca de ella, puso fin al montaje, obligándola a desaparecer velozmente en una cueva cercana.

En ese momento, pude comprender cabalmente los entretelones de un acontecimiento narrado por los Guardaparques, ocurrido hace algún tiempo, protagonizado por una iguana y una tenca, con un desenlace sorprendente y bastante más dramático que lo que acabo de contar.

Trataré de recrear este suceso de la mejor manera posible, para dejar un testimonio escrito de este episodio y contribuir al conocimiento del inmenso potencial depredador de este reptil. Todo comenzó con algo muy interesante que ocurría a nivel del suelo, una nueva generación de hormigas aladas emergía desde las profundidades, aglomerándose en la salida de un hormiguero antes de emprender el vuelo.

Los movimientos inaugurales de cientos de pequeñas alas transparentes, emitían destellos intermitentes al entrar en contacto con el sol, llamando la atención de una estilizada tenca que descendió volando hasta aterrizar sobre la multitudinaria reunión de hormigas.  Una vez en tierra, la tenca se dedicó a caminar sobre las hormigas, pisoteando a los laboriosos insectos lanzando picotazos para atraparlos y engullirlos uno tras otro, provocando una creciente agitación en la colonia de formícidos.

Sorpresivamente, una iguana que se encontraba al lado de las hormigas y que había permanecido inmóvil e invisible a los ojos de la tenca, se lanzó al ataque atrapando con sus mandíbulas, las patas de la sorprendida ave.

La asustada tenca, en una maniobra desesperada por escapar de las poderosas mandíbulas del reptil, intentó volar elevándose a poca altura del suelo, hasta el extremo de arrastrar a su captor toda la distancia que sus fuerzas se lo permitieron;  luego cayó exhausta, en ese momento se invirtieron los papeles; ahora la iguana comenzó a retroceder arrastrando a la tenca con determinación, mientras el ave oponía resistencia tratando de aferrarse al suelo con sus alas extendidas, emitiendo a la vez ruidosos gritos de aflicción.

Cuando todo parecía perdido, la voluntariosa tenca sacó fuerzas de flaqueza y emprendió un vuelo forzoso, levantando nuevamente a la iguana casi hasta despegarla del piso arrastrándola con dificultad una corta distancia. Pero inevitablemente una vez más cayó al suelo extremadamente agotada quedando  a merced de su victimaria, en ese momento la iguana volvió a retroceder sin pausa, llevando a su presa hasta  la entrada de su madriguera en donde hizo un alto con claros signos de cansancio.

Una vez recobrado el aliento, el reptil entró retrocediendo en su madriguera tratando de llevar a su presa a la oscuridad de sus dominios.  Sin embargo, en el último momento, en una desesperada maniobra de resistencia la infortunada tenca  se aferró con sus alas abiertas a  los bordes  de la entrada, logrando posponer por un instante su inevitable destino.

Finalmente y luego de una pausa, se reanudaron los fuertes tirones que provenían desde el interior de la madriguera, doblegando toda resistencia. En ese momento la estilizada tenca que un poco antes se había convertido en un momentáneo tormento para las hormigas aladas, desaparecía para siempre tragada por la tierra, víctima de una irrevocable sentencia de muerte.

Mario Ortiz Lafferte

Administrador Reserva Nacional Las Chinchillas
Corporación Nacional Forestal
Provincia de Choapa

OvalleHoy.cl