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Una familia unida es el mejor fundamento para una sociedad más justa y fraterna.

Atravesamos entonces el umbral de esta casa serena, con su familia sentada en torno a la mesa festiva. En el centro encontramos la pareja del padre y de la madre con toda su historia de amor rodeada de sus hijos. Si los padres son como los fundamentos de la casa, los hijos son como las piedras vivas de la familia.

Estamos tan inmersos en situaciones que muchas veces nos llaman a reflexionar a valorar lo que cada persona ha ido construyendo en la vida de familia, y es ahí donde uno debe anidar todo su amor, pues en ella cada persona se sustrae y coloca sus potencialidades en el bien común.

Es sorprendente este aspecto pues una madre puede cobijar dentro de su ser muchas incomprensiones, pero ella lucha por sus hijos, es tan emocionante ver ya que para ella no hay cansancio, no hay falta de sueño, se pone a la par para salir a trabajar y tener un mejor desahogo económico;  y si por algún motivo queda sola, igual ella asume los dos papeles padre y madre y lo hace sin esperar recompensa si le sale desde dentro este afán por cumplir estas tareas.

En el mudo actual uno ve que hay bastantes mujeres aportando a la sociedad y los hogares, por eso no olvidemos lo que tenemos cada uno en nuestros hogares agradezcamos lo que ellas realizan, no caigamos en ignorar su tesón, su esfuerzo, su presencia, su valor, démonos un tiempo para que con palabras, gestos u otra instancias un gracias.

Pero sin olvidar que también cada hombre está realizando lo inimaginable por sacar adelante el hogar, asumiendo roles que antiguamente eran muy raros o contados con una mano, pues había un machismo muy marcado que era intolerante en la sociedad y hoy vemos como los jóvenes son capaces de asumir sin ningún complejo en el hogar y realizar todas las labores en conjunto.

Les planteo este tema ya que hoy día la familia adquiere una real importancia y en cada uno debe valorar la vida, el amor, pero también construir pilares que ayuden a los hijos a una mejor calidad de vida, donde seamos capaces de ser como el chapulín colorado y detectar con esas antenitas todo peligro ya que hoy día debemos ser más cercanos y más preocupados con nuestros hijos, pues vemos que hay tanto abuso, tanta discriminación;  los padres deben ser los garantes en entregarles verdaderos valores y ejemplos concretos de desarrollar una vida sana y las herramientas necesarias para que no se dejen envolver con situaciones o actitudes que atenten con su salud, con su desarrollo, su dignidad de persona.

Lentamente relacionamos la salud sicológica y espiritual de los hombres y de la sociedad con su entorno físico, social y espiritual. Difícil tarea, cuando las personas se encierran en su yo, y olvidan su naturaleza racional. Tal vez por eso mismo, se comienza a promocionar una auténtica “ecología humana”. Percibimos que ella se hace del todo necesaria en la familia; más que nunca en esta hora en que muchas personas viven procurando tan sólo su propio bien y su autorrealización, sin desarrollar la gratuidad de ser un don para los demás. La familia sufre los embates más fuertes de la historia. No se le reconoce su imprescindible valor para los individuos y para la vida social y religiosa; si bien “la familia es una escuela del más rico humanismo” (GS 52). Es más tampoco se le reconoce como fruto del matrimonio.

Que como familia cristiana no sólo nos aguantáramos mutuamente, sino que mutuamente nos esforzáramos por hacernos felices, que no confundamos la paternidad responsable con egoísmo y vida llena de comodidades, que como familia nos empeñáramos en poner a nuestros hijos en contacto con Cristo a través de la oración y que Jesucristo no fuera en nuestros hogares sólo un cuadro que se cuelga en una pared, sino alguien cuya palabra ilumina nuestros criterios y cuyo ejemplo norma nuestra vida diaria.

Ante cada familia se presenta el icono de la familia de Nazaret, con su cotidianidad hecha de cansancios y hasta pesadillas, como cuando tuvo que sufrir la incomprensible violencia de Herodes, experiencia que se repite trágicamente todavía en tantas familias. Si solo basta mirar nuestro entorno donde vemos cada día esta violencia tan generalizada donde en muchas poblaciones se vive con temor por la delincuencia, donde los hijos caen en las garras de la droga o padres que también se tornan vulnerables a estos hábitos de droga y alcohol, lo que produce en muchas familias el dolor del desapego o en muchos la fragilidad de ser realmente padres que realmente desempeñen su rol.

El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Son incontables los análisis que se han hecho sobre el matrimonio y la familia, sobre sus dificultades y desafíos actuales y uno de los grandes males es el individualismo que desvirtúa los vínculos familiares y que acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla. En esto hay que ser muy cuidadoso ya que hay una vertiente muy profunda en nuestra sociedad de olvidar el verdadero fundamento de ser familia en los cuales cada uno de sus componentes pone todas sus potencialidades por engrandecer la familia; es cierto que pueden haber luces y sombras pero si de verdad se ama estos pasan a segundo plano.

Con esto no estoy juzgando o emitiendo juicios solo colocando en la mirada de cada persona lo valioso que es ser parte de una familia en los cuales a través de su historia personal tiene referentes que han ido construyendo a lo largo de los años la familia en la que salimos a construir nuestras propias familias. Es cierto que nos encontramos que muchas veces se tiene que salir a trabajar los dos para sostener el hogar, noble gesto por procurar tener un confort sustentable en el tiempo y dar a los hijos una mejor calidad de vida, pero sin dejar de lado el procurar compartir; dándose el tiempo de calidad necesario para sentirse plenamente familia. A  veces, es cierto, hay cansancio por las largas horas de trabajo y de trayecto; pero que hermoso es sentirse amado disfrutando y conversando lo que ha sucedido a cada uno, una caricia, un gesto, una mirada, una palabra son el mejor regalo que se puede ofrecer.

Una familia unida y amada es el mejor fundamento para construir una sociedad más justa y fraterna.

Hugo Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl