InicioultimasOpiniónViolencia en la crianza: ¿Correazos?… por ningún motivo

Violencia en la crianza: ¿Correazos?… por ningún motivo

Profesional contesta comentarios en Redes Sociales en nota publicada por OvalleHOY.cl  y señala que «un 71% de los niños, niñas y adolescentes en nuestro país recibe algún tipo de violencia por parte de su madre y/o padre, desde física grave hasta maltrato psicológico».

El pasado 8 de Febrero se publicó en este prestigioso medio una noticia titulada “Piden 250 días de presidio para padre que agarró a correazos a su hijo”, la cual suscitó una serie de reacciones en redes sociales. Más de cien comentarios en la publicación de Facebook la convierten, por lejos, en la noticia más discutida de la semana, lo que da cuenta de la preocupación de los usuarios respecto a los temas relacionados con la niñez y crianza.

Lo que llama la atención es que la mayoría de los comentarios condenaban la solicitud de Fiscalía y justificaban el actuar del padre, esgrimiendo argumentos que podríamos resumir en las siguientes creencias: “El padre que golpea, corrige, por ende cumple su rol de criar”, “está bien pegarles, para que después no sean drogadictos y delincuentes”, “a mí me pegaban cuando era niño/a y estoy de lo más bien”, entre otros.

Frente a ello considero importante contribuir al debate con algunas ideas. En primer lugar, cabe señalar que hoy en día se cuenta con suficiente evidencia respecto al impacto negativo de la violencia en el desarrollo de niños, niñas y adolescentes. El ejercicio del castigo físico no sólo es penado por la ley, sino que además no existe información actual que demuestre un rol útil en los procesos de aprendizaje de una persona.

Probablemente quienes atribuyen al “coscacho” o al “correazo” el sentirse un “ciudadano de bien” y no haber “torcido su camino” tienden, en el mejor de los casos, a no ver otros momentos en sus vidas que de seguro contribuyeron de mejor manera a convertirlos en lo que son, o en el peor de los casos, a negar ese dolor invisible en su infancia y sus consecuencias. Los niños y niñas no “son lo que son” gracias a la violencia, sino que sobreviven a la violencia en las familias que optan por ese camino para resolver conflictos en la crianza.

Al contrario de quienes postulan que hoy se ha perdido el respeto y extrañan los tiempos de la “mano dura”, según datos entregados por UNICEF, un 71% de los niños, niñas y adolescentes en nuestro país recibe algún tipo de violencia por parte de su madre y/o padre, desde física grave hasta maltrato psicológico.

Más cerca de nuestra realidad, de acuerdo a datos del año 2016 entregados por la Oficina de Protección de Derechos (OPD) de Coquimbo, dependiente del Servicio Nacional de Menores, en cuanto a la violencia en el hogar, un 64% de los niños, niñas y adolescentes mayores de 10 años refiere haber vivido algún episodio de este tipo, tanto psicológico (gritos 59%, amenazas 22%, garabatos 35%, burlas 22%), como violencia física (golpes 18%, lanzar cosas 15%).

En el contexto escolar la cosa no sería muy distinta, dado que el 75% de los encuestados señala haber sido víctima de violencia por parte de compañeros de curso (83%), estudiantes de otros niveles (44%), profesor/a (22%), entre otros. O sea, violencia no nos falta como sociedad y no ha solucionado nada. Que no queramos o no podamos verlo es otra cosa.

Frente a ello cabe hacernos algunas preguntas, ¿por qué nos negamos a ver el impacto negativo del castigo físico en nuestras vidas? ¿Por qué seguimos justificando el ejercicio de la violencia como una forma adecuada para criar? ¿Por qué seguimos creyendo que maltratar puede servir para hacer de una persona alguien mejor?

El fenómeno de la violencia hacia niños, niñas y adolescentes tiene larga data y nos desafía a mirar el problema en un sentido más amplio. Crecimos en una cultura violenta, construida en base a la explotación del más débil, que nos segrega por colores desde guaguas, nos invita a ocultar las emociones y aparentar control. Aprendimos leyendo libros de historia que justifican matanzas, abusos de poder y racismo, siempre desde la perspectiva del vencedor, del que oprime y avasalla. Terminamos creyendo que el abuso va en beneficio del dominado.

Nuestras madres, padres y abuelos fueron criados “a punta de varillazos” con la convicción de “enderezarlos” y corregir preventivamente secuelas indeseadas, en un mundo donde se pensaba que los niños y niñas eran propiedad privada de los adultos. Poco a poco empezamos a justificar y “normalizar” la ley del más fuerte, transformándola en una regla no escrita para resolver nuestros conflictos. No hemos sido capaces de ofrecer una alternativa como sociedad que supere esos vicios.

Pensar que podemos avanzar en la construcción de una realidad que no se encuentre basada en la violencia podría parecer propio de soñadores, pero es urgente hacerlo. Ello, considerando que es mucho más ingenuo pretender la eliminación de la violencia social y sus consecuencias (delincuencia, marginación, drogadicción, etcétera) a través del ejercicio de la misma violencia contra niños y niñas.

No perdemos nada con intentarlo.

Rodrigo Mundaca Rojas

Gestor Territorial Programa “24 Horas”

SENAME Región de Coquimbo.

OvalleHoy.cl