Sí, le pregunto a usted. Al que sentado en el cómodo sillón de su living mira este verdadero “clásico” de la violencia entre estudiantes y carabineros. Sí, me dirijo a usted, al que con los pies sobre la mesa de centro y con una cerveza en la mano escucha y ve el noticiero donde “estudiantes” y carabineros despliegan todos sus talentos, recursos y habilidades para golpearse unos a otros, sin compasión. Se trata de un encuentro lleno de adrenalina donde todo está permitido. Piedras, palos, “guanacos”, cuchillas, pistolas, balas, gases, ácidos, bombas molotov, napoleones, puñetes y escupitajos. Cualquier elemento que pueda “disuadir” es válido. El resultado final se mide en muertos y heridos por bando.
Terminada la marcha “por la educación” verá y escuchará comentarios sorprendentes de representantes de los bandos en conflicto quienes, invariablemente, culparán al rival de los destrozos y desmanes. Cual comentaristas de futbol emitirán juicios parciales, diciendo que su equipo no era el malo, sino que la culpa fue del árbitro que permitió el “juego brusco” del equipo contrario. Todos, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, sin excepción, condenaran “categóricamente” los actos de excesiva violencia. Los interesados en cargos de elección popular emitirán juicios mirando el rédito en términos de votación o popularidad. Unos irán por el lado de los estudiantes, no por solidarizar con los ideales de una educación de calidad, sino porque los estudiantes y sus familias, son muchísimos más votos que los de carabineros. Por otro lado, los defensores del equipo verde, argumentarán pensando en los votos de los comerciantes, de los uniformados y de una parte importante de la sociedad descontenta que, saturada y choreada con los daños y asaltos a la propiedad pública y privada, crece día a día.
Al día siguiente los “líderes de opinión” más influyentes del país se verán obligados a comentar en sus columnas, con aspecto circunspecto, acerca de estos “lamentables hechos” y pedirán condenas ejemplares a los que no respeten las normas mínimas de estos “fraternales” encuentros. En este aspecto, los del equipo verde llevan las de perder por cuanto tienen una autoridad vertical, que desde el punto de vista moral y político, les obliga a desvincular a los jugadores que no respeten el “fair play” y se excedan en sus atribuciones. Por el lado de los estudiantes solo existen víctimas y nadie responde por los daños, las heridas y los saqueos. Es más, con envidiable caradura, los mismos que llamaron a las movilizaciones, exigen a las autoridades tomar cartas en el asunto porque esta violencia, que ellos “rechazan tajantemente, deslegitima el movimiento estudiantil algo que no puede pasar en un régimen democrático donde rige el estado de derecho” (¿¿??)
De las responsabilidades todos se desentienden olímpicamente
Resultados del encuentro:
• Muertos y heridos
• Daños, robos y saqueos a la propiedad a pública y privada
• Un movimiento estudiantil cada vez más desprestigiado e impopular, lo que hace un daño enorme al proceso de reformas, al debate y a la democracia.
• Una sociedad que junta rabia y odios y que se va polarizando cada vez más en defensa de una u otra posición.
• Respecto de los objetivos de la convocatoria NADIE se pronuncia. Ningún medio hace mención de ello. Ningún parlamentario. No es prudente. A estas alturas parece a nadie importarle
Síntesis. Nadie gana. Chile pierde por goleada.
En el café, en la tertulia diaria, usted y sus amigos comentarán desde la altura y a cierta distancia estos hechos delictuales, hasta con risas y tallas, como si fueran hechos de otro país y algo que nunca les tocará.
Pero no esté tan seguro. Otros, al igual que usted, al ver las imágenes de TV, no se sienten muy cómodos con el encuentro y emociones como el temor, la rabia, la tristeza, la frustración, el odio, el desaliento, la compasión y la impotencia, entre otros sentimientos, van envenenando paulatinamente sus corazones y, de continuar estos encuentros, dentro de poco pasarán de meros espectadores a hinchas furibundos de uno de estos dos elencos.
Y entonces, le preguntaré de nuevo ¿Y usted, de cuál equipo es hincha?
Ahora ¿me pregunta a usted a mí?
Soy hincha de la paz. Aprendí la lección el 73. Aprendí que cuando hay odio en los corazones es imposible dialogar y por lo tanto, difícil de encontrar los acuerdos que nos lleven a las soluciones.
Soy de los que creen que hay que darle una nueva forma de expresión a los movimientos ciudadanos, distinta a esta de las piedras y los palos, porque está probado que no dan resultados. Estas batallas campales son la muestra más clara de incapacidad política y de la falta de líderes morales fuertes, cuya voz sea escuchada con respeto y que tengan la capacidad de articular los cambios a través del dialogo.
Soy de los que cree que usted y yo tenemos un cierto grado de responsabilidad en lo que está viviendo el país. Noto que a usted y a mí nos falta un mayor grado de compromiso con nuestra sociedad.
Cuando uno ve algo malo no puede dejar de actuar. Sino ¿de qué sirve haberlo visto?
Algo tenemos que hacer ¿no cree?
Por el momento le invito a estar más comprometido con nuestras opiniones, a ser más veraces y objetivos y, porque no decirlo, más valientes. No “incendiarios” locos, que de esos sobran en las redes sociales, sino más bien “bomberos” que ayuden a apagar los malos sentimientos que afloren en el seno de la familia, en el trabajo o en el café cuando se trate de justificar los grados de violencia de uno u otro lado.
Con nuestras palabras y en nuestro ámbito, con nuestras relaciones, en nuestros círculos de influencia, podemos ayudar a transformar emociones y pasar del temor a la seguridad, de los recelos a la confianza, de los disturbios a la paz.
¿Está en las redes sociales? Use su muro para construir, edificar, inspirar. Que su muro sea un ladrillo en la construcción de la paz, en la calidad de la educación, en el fortalecimiento de la democracia y en la lucha contra la violencia, la pobreza y la desigualdad de oportunidades.
Y como se trata de predicar con el ejemplo…
Héctor Alfaro Jeraldo