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Yo fui uno de los afectados por el turbazo en el Estadio Nacional

Seis horas de viaje en bus desde Ovalle para ver a mi ídolo, Daddy Yanki, y cuando ya caminaba en dirección a la puerta del estadio con mi boleto en la mano viene el desastre.

Esta verdadera marea , este tsunami, este huracán de gente que me atropella, me derriba sobre al cemento y se va contra los barreras de contención, y los guardias de seguridad son incapaces de contenerlos. Lo único que atino es, a gatas, ponerme a resguardo detrás de un árbol, para luego, una hora más tarde, cuando la batahola había terminado,  resignarme a que no me dejaran entrar porque el recinto de Ñuñoa estaba totalmente lleno y no cabía un alfiler.

Entonces, cabizbajo y con la cola entre las piernas, me acerco al paradero más próximo para tomar  una micro a Estación Central.

¡Puchas, fue una noche de terror, una pesadilla!.

 Yo que ya me imaginada en mi ubicación de la Tribuna Andes escuchando, bailando y coreando con cincuenta mil personas las canciones de mi ídolo.

Ya en el bus de regreso,  mi vecino de asiento me mira asustado cuando me sorprende tarareando, mientras vacilo en la butaca: “A ella le gusta la Gasolina, cómo le encanta la Gasolina, dame más gasolina”.

“Mamita, yo sé que tú no te me vas a quitar (duro)
Lo que me gusta es que tú te dejas llevar (duro)
To’ los weekenes ella sale a vacilar (duro)
Mi gata no para de janguear porque

¡Ahora todos juntos!

A ella le gusta la gasolina (oh, oh)
(Dame más gasolina) (oh, oh)
Cómo le encanta la gasolina (oh, oh)
(Dame más gasolina) (oh, oh)
A ella le gusta la gasolina (oh, oh)
(Dame más gasolina) (oh, oh)
Cómo le encanta la gasolina (oh, oh)
(Dame más gasolina) (oh, oh)”.

Casi cinco meses preparándome para esto y ahora no pude ver a mi ídolo, al poeta del reggaetón, Daddy Yanki. Igual que  a Bob Dylan, ¿por qué no? la Academia Sueca debería darle el Premio Nobel de Literatura.

Porque  esto es pura poesía, sí mamita, si nena… no lo pueden negar. Pura poesía.

Ya en Ovalle de madrugada hago el trayecto a la casa , sin dejar de cantar.

“A quien no le gusta la Gasolina/ nena, dale duro, la Gasolina”.

Las luces de las casas de todo el barrio se han encendido, la gente que se asoma a la puerta;  y cuando abro la puerta de mi vivienda,  veo en la parte alta de la escalera al segundo piso, a la Gorda, mi esposa, que me espera  los brazos cruzados sobre el pecho, con cara de guardia de seguridad.

Y solo atino a balbucear:

  • Nena…¿no te gusta la Gasolina?

M.B.I.

OvalleHoy.cl