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Ahora voy a tener que esperar hasta el próximo año…

Cuando sonó el teléfono la mañana del viernes pensé que era el Rey de Suecia que llamaba para comunicarme que había obtenido el Premio Nobel de Literatura. Incluso había ensayado para esa ocasión: «Su Majestad, estoy sorprendido y emocionado, no me lo esperaba», le diría.

Pero no, era el Pedro para recordarme que teníamos que juntarnos esa mañana en “Donde el Pancho” para tomarnos un café y arreglar el mundo, como hace todo jubilado que se precie de tal.

– ¿O te habías olvidado, ah? – pregunta.

– No, para nada. Es que pensaba que era el Rey de Suecia comunicándome que había recibido el Nobel.

– Pelao soñador. Pero si para ganar el Nobel tenís que postular primero. ¿Postulaste?

– No, pero …

– ¿Viste? En todo caso, aunque hubieras postulado, al final igual se lo hubieran dado a un escritor de La Serena o Coquimbo. Ellos se ganan todos los premios en la región…  ¿O no te habías dado cuenta?

Lo cierto es que, lo supe después, el premio lo ganó un chinito nacido en Japón, pero que vive en Inglaterra: Kazuo Ishiguro, autor de libros como «Lo que resta del día», ¿recuerda la película con Anthony Hopkins?. Es un libro excelente, en todo caso, debo reconocerlo.

Yo hubiera preferido sin embargo a Haruki Murakami, japonés que vive en Japón, autor de novelas de las que soy admirador, entre ellas “Tokio Blues” o “Kafka en la orilla”.
Es decir que el asunto del premio iba por otro lado, y yo acá haciéndome ilusiones.

La Gorda, mi esposa se asoma a la puerta del dormitorio:

– ¿Quién llamaba, ah? – pregunta .

– Era el Rey de Suecia para informarme que me gané el Premio Nobel de Literatura – le digo.

– Premio Nobel o lo que sea como se llame, igual tienes que levantarte para ir al supermercado – dice ella volviendo a desaparecer.

– Bueno mi amor, voy al tiro.

– Y no te olvides de barrer el patio primero, y darles de comer a las perritas – grita mientras baja la escala al primer piso.

Mientras me levanto pienso en el Premio Nobel que estoy esperando desde hace tanto tiempo. Después de todo hasta se lo dieron al viejo Dylan. ¿Por qué no a mí? ¿Se dan cuenta si lo gano? Después que la Gorda me vea en la televisión no creo que se atreva a mandarme al supermercado.
Tal vez hasta Lucho Jara me invite a su programa matinal. O la Tonka, mejor aún.

Pero bueno, ahora voy a tener que esperar hasta el próximo año, me digo poniéndome los zapatos.

Mario Banic Illanes
Escritor

OvalleHoy.cl