Que la vida se nos va en un segundo es lo más duro que un ser humano pueda y quiera aceptar.
Sentarse y cuestionarse con quien va a tu lado y preguntar que sucedería si me faltas mañana.
Quiero agradecer a Dios me haya regalado la oportunidad de conocer a Ramon Luis Cortés Rojas, un hombre de sonrisa estable, de congregar, de disfrutar los pequeños detalles.
Figura como abuelo de mis hijos aún cuando era su tío.
Ayer partió en medio de esta vorágine extraña de miedos, restricciones hasta del sentir.
Ramón el de la paya en guitarra, el de espantar chunchos, el gordo bonachón. El que muchas veces escondía la emoción y la cambiaba por sonrisas pero principalmente un amante de su hijo Luis Alberto Cortés Zepeda su adoración, sus nietos y cada sobrino(a).
Parte a su viaje, más no se va de quienes lo llevarán hasta el reencuentro.
El misterio de la muerte no es posible mirarlo si no la tienes en frente.
Ayer conversando con Pedro Plaza bastó escucharnos para decir QUE PROFUNDA PENA.
Abrazar a Maria Virtudez Zepeda Mundaca su esposa quienes juntos construyeron todo lo que son y transmitían con alegría lo que la vida les daba a fuerza de sacrificio.
No hay cabida al por qué, sólo dar gracias al Dios que creo por darnos la oportunidad de haber vivido historias, alegrías y penas con Monchito.
Dios te regale la mejor guitarra en esta hora para que sigas tu canto eterno.
Gracias Ramón.
Carlos Alberto García
