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Gorda, me voy a postular a la Asamblea Constituyente

Cuando comento a la hora del almuerzo que me voy a postular como miembro de la Asamblea Constituyente por el Distrito, la Gorda, mi esposa, me fulmina con la mirada.

Y me quedo ahí, convertido en un montón de cenizas sobre la silla, a la espera que más tarde la Gorda me sacuda con el plumero. O alguien me sople.

“¿Y por qué no, mamá, si van a ganar buen billete”, dice una de mis hijas. “Más de dos palos mensuales”.

 “Palos son los que yo le voy a dar si se postula”, refunfuña la Gorda yendo hacia la cocina.

Es que ella  desde siempre ha rechazado la idea que yo me postule a un cargo político. Tal vez tenga razón, por el ejemplo de muchos amigos que se tiraron a la piscina creyendo tener apoyo popular, y se pegaron el tremendo guatazo.

“Y cuantos miembros tendrá esa Asamblea?, pregunta la hija mayor.

“Creo que ocho en nuestro distrito”, me atrevo a hablar.

“¿Y cualquiera puede presentar su candidatura?

No lo tengo claro aún. Pero el compadre Moncho que llega justo a la hora de los postres, como si estuviera en su casa, se sirve un plato grande y aporta:

 “Creo  que los postulan los partidos políticos, de entre sus militantes”, dice.

Y la Gorda que pasa por atrás lo mira con la cara torcida, no sé si por hablar de política o por hablar con la boca llena.

“El ejemplo que le da a las niñas”, refunfuña mientras regresa a la cocina.

“¿Los partidos políticos?… ¿Y bueno entonces, que ganamos el domingo?, ¿que no les pegamos la tremenda patada en  el que te dije a los políticos?”, consulta asombrada mi hija menor.

El Moncho la observa con ternura.

“Tan tierna, mi ahijada”, dice, aun con la boca llena. “Usted todavía cree en el viejito Pascuero y que las guaguas las traen de Paris”.

Y bueno, para ser justos. Yo también creía en el Viejo Pascuero y estaba convencido que, después de lo del fin de semana,  los políticos tomarían el mismo avión que la Maldonado para Miami.

“Oiga compadre, y ¿por qué no se consigue con algún amigo político que lo nomine para la Asanblea?   Usted está pintado para eso… poco trabajo y buen billete”, dice el Moncho mirándome.

Mala idea. La Gorda llega desde atrás y le quita el plato con el resto del postre.

Luego le pasa el sombrero y le muestra el camino de la puerta.

Sin embargo el Moncho se vuelve desde la entrada y me grita:

“Piénselo de todas maneras compadre… mire que son dos palitos al mes. DOS PALITOS”.

Mi esposa cierra de un portazo que se escucha en la otra cuadra.

Es que en nuestra casa no se habla de política ni de religión. Aunque cada cual tenga sus ideas propias. Yo por ejemplo en cada elección voto por el que me diga la Gorda y así me evito problemas.

Pero tiene razón el Moncho y en una de esas no es una mala carta presentarse a la Asamblea.

Me imagino transitando por el Paseo Peatonal y que la gente me salude :

“Como está señor Asambleista”.

¿O me dirían “señor constitucionalista”?

Bueno, con dos millones mensuales en el banco da lo mismo. Ambas suenan bonito.

Mario Banic Illanes

Escritor

OvalleHoy.cl