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La invitación de Jesús es de descanso o de reposo para las almas

Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las ha revelado a los pequeños.

Si, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiere revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. ( Mateo 11, 25-30. )

                                                                                           

La alabanza de Jesús a Dios Padre está impregnada de gratitud porque el mismo Dios ha escondido las cosas del Reino a los prepotentes; a los que se creen que ya están salvados y se les revela a los pequeños, a los excluidos, a los que la religión judía consideraba que están por fuera del plan salvifico de Dios, a los pequeños. Mateo les llama cansados y agobiados por las duras cargas que fariseos y escribas colocaban sobre sus hombros. La alabanza y agradecimiento de Jesús al Señor del universo tiene su origen y razón en el querer insondable de Dios, que da el beneficio a la gente con disponibilidad abierta y se lo niega a la gente engreída, a los sabios y poderosos, ante los ojos humanos; pero necios ante los ojos de Dios.

Jesús es el Hijo de Dios en un plano distinto y superior al resto de los hombres; al compartir la misma dimensión del Padre se coloca en un plano trascendente, único, divino. Por tanto, Jesús como Hijo de Dios también es Señor del cielo y la tierra. Los llamados constituyen una categoría concreta de personas; son aquellas a quienes quiere el hijo revelar el acontecimiento del Padre; los pequeños en cuyos ojos brilla la bienaventuranza del Reino. Ellos son los pobres.

Podemos ver como Jesús está del lado de quienes ya no pueden más a causa del yugo y carga de la ley judía y les ofrece su propio yugo que es fácil de llevar porque libera de toda dependencia y esclavitud. La invitación de Jesús es de descanso o de reposo para las almas. El reposo que sustituye a la fatiga o a la angustia, es uno de los tesoros más grandes de la vida cristiana, que se da a los humildes, objeto beneplácito de Dios. Aceptar la propuesta del Reino adhiriéndose a su causa y a su persona tiene dos aspectos; uno es personal, soy manso y humilde de corazón, y otro pedagógico porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Estas palabras de Jesús son una invitación a romper con todas las ataduras que generaba la ley mosaica y sus maestros y aceptar sus propias enseñanzas que liberaban de estas cargas e invitaban a vivir con alegría una nueva propuesta de vida.

¿Cómo acoges esta propuesta que Jesús te hace hoy?

¿Con que ataduras te encuentras, que no logras liberar para acoger este plan que Jesús te invita a vivir?

Hugo Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl