InicioultimasOpiniónLas feminazis: el club de las resentidas, solas y amargadas

Las feminazis: el club de las resentidas, solas y amargadas

Así nos dicen por haber dejado de confiar en los hombres, por apoyar las causas que defienden a nuestro género y por decirles cerdos asquerosos cuando nos miran como un pedazo carne.

Fue luego de la separación que empecé a juntarme con mujeres divorciadas y entonces, las salidas a los parques y las conversaciones eternas con otras madres me parecieron más entretenidas, también las tardes de té.

Uno busca a personas que estén en la misma sintonía y si bien mis amigas son bastante distintas entre sí – ya que son de diferentes realidades sociales, económicas y culturales- tienen una cosa en común, TODAS han sido agredidas en algún momento de su vida por algún hombre.

Esto no excluye a las que no están separadas, pero aquí me detengo porque la cosa es distinta. Cuando una decide vivir con alguien, compartir sus días, tener hijos y hacerse cargo en forma conjunta de la crianza… cuando una decide compartir sus sueños, sus bienes y su libertad, es porque una ama, porque una confía y lo hace con tal plenitud que, si te están haciendo alguna chanchada no lo notas, porque no crees que existe esa posibilidad.

Aquí hay más adjetivos para nosotras: ingenuas, weonas….. «ella, la víctima».

Cuando me junté con las divorciadas decidimos tomar té, pisco sour y a veces café, mientras las y los hijos jugaban y nosotras en vos baja relatábamos aquello que habíamos vivido. Creo que he sido afortunada porque quien fue mi compañero, ha sido excelente, más no el resto de los hombres.

Recuerdo al tío del chico con el que anduve, quien una vez en una asado me tomó de las caderas diciéndome que «mis pechuguitas eran ricas y mis caderitas también», QUE ASCO! Esa vez salí corriendo. También recuerdo esa vez que el papá del niño que con el que salía, me dio la mano y deslizó su dedo anular en el centro de mi palma cerrándome un ojo. Esa vez no pude escapar porque estábamos en el campo… pero me acosté a llorar, cuando debí haberle roto el hocico de un puñetazo.

Pero los otros relatos fueron peores, golpizas, quemaduras, cortes con armas blancas, violaciones, engaños, mil engaños con mujeres más jóvenes, más viejas, más altas, más gordas y los que muchas veces significaron contagio de enfermedades venéreas… lo que ratificaba nuestra radiografía: son unos cerdos asquerosos.

Sí son unos cerdos asquerosos cuando se dan vuelta a mirar bajo la falda de las niñas de educación media en la calle, cuando miran a las tetas en vez de a los ojos, cuando imprimen todo su discurso machista encubierto y el patriarcado se les hace chico.

No, no somos amargadas, sólo hemos visto la realidad. Nuestro discurso no es inventado, no es porque esté de moda que gritamos una menos, no es porque nos creamos malas que ya no le creamos al otro género.

Es más, nos gustaría volver a amar y a confiar, pero por ahora no es posible, no mientras nuestra sociedad nos obligue a callar esto por ser «resentidas». No cuando los tribunales rebajan condenas o dejan libres a asesinos y abusadores.

No cuando te dicen que no denuncies a tu violador porque tiene dinero para pagar a un buen abogado y eso sólo perjudicará tu reputación. No cuando toda la sociedad siga legitimando el machismo patriarcal. Sí, ese mismo que cosifica a la mujeres, que las mata, las viola, las quema y descuartiza, convirtiéndolas en unas resentidas y amargadas «feminazis».

Por Paloma Olivares Beltrán.

OvalleHoy.cl