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Los haitianos conocen muy bien los terremotos

Desde mi ventana, a la distancia, pudimos observar con mi familia, las manifestaciones de temor de trabajadores haitianos ubicados a un costado del Estadio Diaguitas durante el fuerte temblor de la mañana de ayer en nuestra ciudad.

Gritos, parlamentos en voz muy elevada, agitación en el grupo de alrededor de veinte o treinta personas.

Ellos cada mañana se reúnen en la avenida La Chimba a esperar los minibuses que los recogerán para trasladarlos a sus respectivos lugares de trabajo en los alrededores de la ciudad. Habitualmente lo hacen unos en silencio, otros charlando en voz alta, entre ellos o con alguien distante por el teléfono. Esta vez era distinto.

En las horas siguientes a través de las redes sociales se repitieron comentarios en los que se compadecían de ellos por su experiencia traumática por el sismo.

– ¡Pobrecitos… es que no están acostumbrados a los temblores como nosotros! Deben estar tan asustados!– comentó una dama.

Y otra añadió:

– Es que en su país ellos no conocen los temblores, como nosotros que los tenemos a cada rato.

Lo cierto es que el temor de ellos más que a un desconocimiento del fenómeno telúrico, obedece, al contrario, a que los conocen muy bien.

Muchos, la mayoría, ignora u olvida que Puerto Príncipe, la capital de Haití, en enero de 2010 ( hace sólo 8 años) fue devastado por un terremoto de 7. 0 grados, ocurrido a una profundidad de sólo 10 kilómetros.
La escasa profundidad del epicentro añadido a la precaria calidad de la construcción explica que no obstante la relativamente baja magnitud del sismo, hubiere causado tal destrucción y cantidad de muertes: más de 300 mil. Leyó bien: TRESCIENTOS MIL FALLECIDOS.

Con toda seguridad la mayor parte de los haitianos que en la actualidad residen en nuestra ciudad, sufrieron esa traumática experiencia y ayer veían despertar los temores de hace ocho años, probablemente cuando eran apenas unos niños.

Eso puede explicar su reacción al temblor. Y hay que respetarsela.

Tal vez si permanecen en Ovalle el suficiente tiempo aprendan, como nosotros, a convivir con esta permanente espada de Damocles; no sobre nuestras cabezas sino bajo nuestros pies. Y a dominar o disimular el temor ancestral que nos despierta el rugido de la madre tierra.

M.B.I.

OvalleHoy.cl