Y aquí vamos de nuevo con otra camionada de palabras. Ocurre, amigo lector, que los escritores (los buenos y los no tanto) padecemos de un doble problema: arrogancia e ingenuidad. La arrogancia de creer que tenemos algo importante para decir. Y la ingenuidad de pensar que ese algo le va a interesar a los demás. Pero cabe meditar que en un país con tan pocos lectores y un enorme analfabetismo funcional, resulta una soberana tontera escribir. Es cierto además, y se agradece, que algunos amigos del feisbu y de Ovallehoy.cl leen mis gansadas. Así que ustedes se lo buscaron y acá va otra. Paciencia, estimado leedor.
Y así comenzamos con las elecciones y el voto: Usando términos hípicos, podemos decir que ya entramos en tierra derecha para elegir alcaldes y concejales. Los candidatos, cual pingos fina sangre como Rocinante o humildes borricos trotones a lo Rucio, comienzan a girar la última curva de esta carrera de mediano aliento. Atrás viene, como siempre, la ambulancia para (en este caso) socorrer a los no elegidos, que lucirán egos estropeados, ulceras estomacales, deudas con bancos, corazones taquicárdicos, lenguas hinchadas y heridas varias en la cola de perdedor candidus. En fin, sólo uno de cada seis nombres en la papeleta para concejales será electo. En materia de alcaldes, uno de cinco. Todos estos cálculos son para la comuna de Ovalle.
Es una elección un tanto diferente. De partida, la ciudad ya no estará inundada hasta los bordes de propaganda política. Y en el sector rural, se extrañan esos brochazos a lo bruto con el nombre de alguien en los peñascos que destacan a lo lejos. Ahora está mucho más normada la pista. Los gastos han sido reducidos, dicen. Y ya nadie (o muy pocos) se juegan sus fortunas personales o se endeudan hasta el cuello en sus afanes por logar convencer al cada vez menos entusiasta votante. Ya no se ven esos afiches gigantes donde, cual sonrisa de dentífrico, los candidatos y candidatas lucen sonrisas perfectas y cautivantes. Los terrenos donde poner sus retratos han sido disminuidos a su mínima expresión: una plaza, un parque y deje de contar. Por supuesto, está vigente la opción de poner una gigantografía en un domicilio particular y la campaña puerta a puerta o la de persona a persona.
Por todas estas limitaciones, los candidatos, que antes apelaban a la saturación de afiches, fotos con su rostro, palomas y lienzos de todo tamaño, ahora deben recurrir a su encanto personal y no al photoshop. Se supone que hoy es más igualitaria la cosa, más cara a cara. Es un terreno para las ideas y no para la imagen, decimos. Aunque con estas limitaciones de campaña se corre el riesgo que a los candidatos sólo los conozca la madre que los parió.
¡Ciudadanos! ¿Qué nos une en este instante? ¿Quién nos llama, encendidas las pupilas y frenéticas las manos? Pues la verdá, es que no hay entusiasmo de la pobla, de la gallá, por oír estos homéricos versos de Víctor Domingo Silva. El problema es que la ciudadanía que colma el padrón electoral, no está muy interesada en el asunto de las elecciones. Las razones para esta apatía son varias, incluso demasiadas. Entre ellas brillan con impudicia los negociados y corruptela de la que han hecho gala figuras del senado, incluso ligazones feroces a la familia presidencial.
¿En quién confiar? Se pregunta el ciudadano común, que ha visto un interminable desfile por tribunales de antiguamente honorables diputados y senadores, hoy procesados. Estos otrora intachables congresistas acusados pusieron su cargo legislativo, y sus bolsillos también, al servicio de poderosos grupos empresariales. Pensaron no en servir al país sino servirse para provecho propio. Y así hemos visto, no sin asombro, que esta “copia feliz del Edén” virtuosa, tenía bajo la alfombra una maraña podrida y nauseabunda de corrupción. Hemos salido del cuento de hadas que nos habían contado: País sin tacha, modelo a seguir, y otros floreos fantasiosos. Y hemos dado de narices en el fango de la putrefacción. Es cierto que son pocos, pero son. Y aumentando. La corrupción también campea en los estamentos militares. Las acusaciones de mal uso, robo solapado y con descaro, están en evidencia y van desde astutos cabos y sargentos a las cucardas de mañosos generales. De general a paje es la cuestión.
A todos los males anteriores, hay que sumarle la carencia de cultura cívica. Ocurre que durante más de medio siglo el sistema se ha protegido a sí mismo, teniendo ciudadanos inconscientes, dormidos o engañados en las falsas virtudes públicas. Incluso hay parlamentarios de derecha ¡hoy! que no quieren formación cívica para la ciudadanía. Me recuerdan a los antiguos patrones de fundo que impedían a sus peones mandar los niños a la escuela. ¿Pa`qué lo vay a mandar a la escuela, huevón? ¡Mándalo a trabajar, más mejor! ¡Y agregaban, furiosos: ¡A la escuela van a puro perder el tiempo!! Hoy es un poco lo mismo: ¿Para qué formación cívica? ¡¡Nosotros nos encargamos de hacer las leyes!!…Nosotros, se atribuyen con el pecho inflado, velamos por el interés ciudadano. ¡¡Somos sus legítimos representantes!! Muchos, especialmente en la derecha política se hacen seguidores de esta frase de Eleodoro Matte Pérez, que en 1892, pregonaba: “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio” Quiero pensar, aunque peque de ingenuo, que los tiempos de esa brutal consigna están acabando. Hoy hemos despertado. Y ha sido un despertar doloroso, nauseabundo y huele a cloaca el ambiente.
También, y es justo decirlo, los ciudadanos que caminamos dormidos sólo vemos la información de prensa que el duopolio comunicacional nos entrega. Recuerde el lector y avive el seso, que los grandes medios de comunicación de nuestro aporreado Chile están en manos de poderosos grupos empresariales, y poderoso caballero es don dinero. Y estos grupos, no quieren ciudadanos pensantes ni menos conscientes. Mientras más burro el ciudadano, mejor para ellos. El sistema quiere gente atontada. Quiere consumidores borregos que compren, consuman y se reproduzcan para seguir consumiendo. Así se nos embolina la perdiz con la farándula y sus nimiedades, con su alteza el fútbol y sus heroicidades, con la violencia de la crónica roja y la inoperancia de las leyes.
Y hoy, para echarle más barro enmierdado al camino, no faltan los que se piensan muy astutos, y que llaman a no votar. Hay que boicotear las elecciones, vociferan por el feisbuc ¡Vota nulo! ¡No vayas a votar!, nos dicen. A mí me parece una brutalidad, una reverenda idiotez esa llamada.
Digo que esa consigna es consejo de sepultureros.
El llamado a no votar se hace principalmente a la masa de los trabajadores y a la ciudadanía más pobre. ¡Que el pobrerío no vote! ¡Que la chusma nada sabe!, dicen. Y hay incautos o simplemente ignorantes que les hacen el juego. Por el contrario, en el otro bando, es sabido que los grupos más fuertes en lo económico van siempre a votar. Para ellos es muy importante hacerlo. Y no fallan, Van apatotados, en manada, en sus autos caros, a la última moda, poniéndole glamour a la jornada cívica ejemplar, de la que siempre hablan las autoridades. Y así aseguran elegir legisladores que velarán por los intereses de la élite. Y así, lamentablemente, cuando el ciudadano escucha esos cantos de sirenas irresponsables de no ir a votar, le está haciendo el juego a esos grupos que se sienten dueños del país.
Pero, claro, las campañas de desprestigio al mundo político han hecho mella profunda en las mesnadas, en las filas de todo el espectro cromático. El común de los mortales ve muy lejos de su puerta al candidato que va a pedir su voto. Ya no les creo ni lo que rezan, dicen. Pero, y aunque muchos pongan reparos, decimos de manera enfática que no todos están en la colada de inútiles y vendidos. ¡Aún tenemos patria, ciudadanos!
Usted, si tuvo paciencia de llegar hasta el fin de estas palabrejas, sea sensato. Piense a quién beneficia cuando usted NO vota. No le digo que vote por tal o cual candidato. Usted favorezca al de su agrado. Infórmese. Recuerde que tenemos deberes y derechos. Pero vote. No permita que otros elijan por usted.
Entre votar y botar hay mucho más que una letra de diferencia. Y aunque sea con el Voto a dos manos, elija. Escoja mi reina, escoja. Ja.
Wilfredo Castro
Escritor