Hago mis compras habituales en el supermercado y me llama la atención que la cajera me pida el carnet de identidad para venderme la botella de vino que llevo a casa una vez a la semana.

«Perdone don Mario, pero es la nueva ley» se justifica con una sonrisa incómoda mostrando el cartel que hay pegado a un costado de la caja.

Ese que dice: “POR NUEVA DISPOSICIÓN DE LA LEY 19. 926 SOBRE EXPENDIO Y CONSUMO DE ALCOHOL: Estamos obligados a exigir documento oficial de identidad  a todas las personas que deseen comprar bebidas alcohólicas”.

Me asombra, pero veo a la muchacha tan confundida, que prefiero echarlo a la broma:

«Señorita, me acaba de quitar cincuenta años de encima… desde que tenía 18 años que no me pedían carnet para comprar vino».

No todos reciben la petición con el mismo talante, sin embargo. En los días siguientes he visto a personas, claramente adultos mayores, que se molestan y reclaman a viva voz.

«Esta es la Ley más tonta que he conocido …» – escucho a un hombre reclamar a dos cajas de distancia.

La explicación es que luego de 14 años de tramitación, a mediados de agosto entró en vigencia la nueva ley de alcoholes, que regula la publicidad que incentiva el consumo de alcohol y que establece la exigencia de mostrar la cédula de identidad u otro documento de identificación para adquirir bebidas alcohólicas.

La normativa aumenta de 16 a 18 años la edad en la que se permite el ingreso a discotecas cuando en ellas se comercialicen bebidas alcohólicas y, además, se obliga la acreditación de edad con un documento oficial para poder ingresar a cualquier recinto donde se expendan este tipo de bebestibles.

«Esto es para evitar ambigüedades, para evitar percepciones subjetivas de quien vende alcohol y que efectivamente exista el hábito de que todos tengan que presentar su cédula de identidad. También es para proteger a quien está vendiendo y quien está comprando», explica una autoridad nacional para justificar el texto legal.

La pregunta, ¿Es esta una “Ley tonta” o simplemente una “ley molesta”?  Molesta para el que está obligado e exigir el documento de identidad , aun advirtiendo que el comprador está por sobre la edad límite para consumir alcohol, y molesta para el que se ve obligado a mostrar el carnet.

¿Usted que cree?

Pero bueno, en este país se ha visto cada Ley Tonta que otra ¿Qué mas da?

M.B.I.

“La Otra Pandemia”, es un concepto acuñado por la Organización Mundial de la Salud, que se refiere a la gran cantidad de accidentes de tránsito que a nivel nacional ha dejado casi 2.500 fallecidos desde el año pasado a la fecha.

La semana pasada ha sido para olvidar para la región de Coquimbo. De acuerdo a Carabineros el año pasado fueron 70 las personas fallecidas en accidentes de tránsito, cifra que en el año en curso ha sido superada aunque faltan más de tres meses para terminar el año. Esta semana han sido ocho las personas que han fallecido por accidentes carreteros en distintos puntos de la región.

“Tenemos que dar cuenta de que han existido más de 520 accidente de tránsito, con, lamentablemente, 16 personas fallecidas y más de 370 personas lesionadas. Eso da cuenta, de algún modo, de la imprudencia de algunos conductores y de algunos peatones, porque peatones han sido víctimas porque han cruzado en lugares que no están destinados para el efecto y han usado ropa que no les permite ser visibles”, detalló un alto mano de carabineros a nivel nacional .

Lo anterior sin incluir  un  joven de 17 años, quien pasada la medianoche del martes 14 cuando chocó frontal con su motocicleta contra una camioneta en la ruta D-635, sector de Chalinga, comuna de Ovalle. Su acompañante en tanto, resultó con lesiones de carácter reservado, aunque sin riesgo vital.

Lo que quiere decir que sólo la región de Coquimbo tiene el más del  50 % de índice de mortalidad por esta causa en el país.

Un record que no desearíamos tener pero que debería llamar a reflexión para evitar que se repita llenando de tristeza a 9 hogares en una fecha que debería ser de fiesta y alegría.

M.B.I.

Estas festividades de septiembre se remontan a inicios del siglo XIX, es decir, desde el periodo de la Independencia. Pero antes de 1830, la celebración se realizaba en la fecha del 12 de febrero, en que se celebraba el triunfo de la Batalla de Chacabuco. Posteriormente se decide cambiar la fecha para conmemorar el momento en que, un grupo de criollos (unos a favor y otros en contra), juraron fidelidad al monarca cautivo Fernando VII, a quien se le consideraba el legitimo heredero al trono y se comprometían a gobernar el Reyno mientras se restablecía el orden en España.

Con el tiempo, los partidarios de la Independencia fueron muchos y después de variadas acciones y pronunciamientos políticos nos llevaron a establecer una República independiente que conservamos hasta hoy y, que esperamos, por el bien del país, continuemos siendo una República independiente y soberana, que nos fue legada con grandes sacrificios, que es lo que estamos recordando en estas fiestas.

El Chile de hoy, como resultado de una Historia de casi  500 años, está constituido por un, aproximadamente, 92% de mestizos,  provenientes del aporte de diferentes razas o etnias, siendo la principal de ellas, el mestizaje producido durante el periodo colonial fundamentalmente entre hombres españoles y mujeres indígenas, mezcla que da origen al “roto chileno”, que reconoce como sus símbolos patrios la Bandera Chilena, el Escudo Patrio, la Canción Nacional y las instituciones republicanas.  Que mejor prueba de ello ver nuestras casas y calles luciendo orgullosas esa bandera que es obra de nuestra Historia y no otras que son obra de mentes ideologizadas y carentes de una identidad Nacional.

Habría que preguntarse, ¿Quiénes deben prevalecer en mantener la institucionalidad en Chile? 

Es necesario remitirse a parte del documento conocido como “Catecismo Político Cristiano” de “José Amor de la Patria”, el cual circulo en los días previos al Cabildo Abierto, para entender, por qué los habitantes de esta tierra se inclinaron por una forma de gobierno. Allí, se recordaba los principios jurídicos que unía a los territorios coloniales americanos directamente a la persona del Rey e insistía en su capacidad para darse un gobierno propio en ausencia de éste.  “A la pregunta: ¿Cuál de estos gobiernos es el mejor para que los hombres sean libres y felices? La Respuesta: El gobierno despótico es mil veces peor que la peste misma, es la ignominia, es la afrenta de los hombres esclavos y envilecidos que lo sufren y lo permiten.

El gobierno monárquico o de un Rey que obedece a la Ley y a la constitución es un yugo menos pesado; pero que pesa demasiado sobre los miserables mortales…

El gobierno republicano, el democrático en que manda el pueblo por medio de sus representantes o diputados que elige, es el único que conserva la dignidad y majestad del pueblo, es el que más se acerca, y el que menos aparta a los hombres de la primitiva igualdad que los ha creado el Dios omnipotente, es el menos expuesto a los horrores del despotismo y de la arbitrariedad, es el más suave, el más moderado, el más libre y es, por consiguiente, el mejor para hacer felices a los vivientes racionales…”

Octavio Álvarez C.

Al salir de allí atravesaron la Galilea sin detenerse. Jesús quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Y les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, que le darán muerte; y a los tres días de muerto resucitará. Pero ellos no entendían lo que les decía y tenían miedo de preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, Jesús les preguntó: ¿Qué venían discutiendo por el camino? Ellos se quedaron callados, porque habían discutido entre sí cuál era el más importante de todos.

Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos. Y, tomando a un niño, lo puso entre ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: El que recibe a un niño como éste en mi Nombre, a mí me recibe; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.

                                                                                                                        Marcos 9, 30-37.

Pareciera que el texto nos hace ver al igual que los seguidores de Jesús, que el mensaje y su enseñanza ha quedado muy grande para comprender. Sobretodo a ellos, que son el producto de una sociedad vertical, se les hace difícil asumir que el Hijo de Dios tenga que padecer en manos de las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén y menos aun, comprenden que tiene que ser crucificado, como eran crucificados los hombres rotulados como revoltosos por el Imperio Romano. Para el grupo de Jesús, el poder era su más grande debilidad. Ellos eran hijos de una sociedad que siempre les presentó el poder como el valor supremo. Esa fue la gran dificultad que Jesús siempre tuvo con el grupo de sus discípulos. Ellos siempre esperaban que Jesús arrebataría el poder en algún momento y allí ellos ocuparían los cargos de más alta importancia en el gobierno que se institucionalizara. Ellos en su conciencia vivieron alejados de la propuesta de Jesús, vivir lejos de todo tipo de poder y de todo aparato de gobierno. Jesús había asumido el Reino como el lugar de los sin poder y de los empobrecidos de la historia. Sus discípulos poco entendieron este mensaje profundo de Jesús.

Hoy en día se hace más palpable en nuestra sociedad entender lo que Jesús, nos entregó  en su vida misionera y en su mensaje; y como cada uno(a) puede asumirlo. Muchas veces también caemos en este dilema de saber ¿cuál de nosotros es más importante? y como por lograr nuestros intereses pasamos a llevar a personas, pareciera que nuestro éxito reside en los logros económicos más allá de lo necesario para poder vivir sobria y dignamente, sino que busca más un reconocimiento social, en el poder manipular la vida de otros, en nuestra estúpida vanidad de ser admirado y envidiado por los demás, en ocupar los primeros puestos en cualquier cosa, y estar al día con los últimos adelantos de lo moderno. En esta loca carrera que caemos por el éxito, todo nos parece permitido, lo importante es tener mentalidad ganadora. Y para esto nos valemos en mentir, en colocarnos mascaras de hipocresía y hasta sinvergüenzas de toda especie, codazos y zancadillas. Pero es necesario volver a mirar lo que Jesús nos invita a vivir en pobreza y al servicio de los pobres. Esta es una actitud que es necesario poder extirpar de nosotros, el poder de dominio que tanto daño hace en nuestra historia personal.

¿Cómo hacemos para descubrir este mensaje y hacerlo realidad en nuestra vida?

¿Cómo podemos respetar a otros en su dignidad?

¿Cuál es nuestra actitud hoy día en que nos dejamos llevar en esta loca carrera por el éxito?

Hugo Ramírez Cordova.