InicioultimasOpinión¿Qué culpa tiene el Tomate?

¿Qué culpa tiene el Tomate?

Era muy difícil que los anuncios fueran a cambiar una cultura arraigada hasta el paroxismo, menos, si las demandas sociales son diametralmente opuestas a los fundamentos políticos ideológicos de quienes nos gobiernan.  No era dar una lista de supermercado y listo. Hay tantas aristas de este asunto, de este estallido social que cada uno podrá mirar desde su perspectiva y sacar sus conclusiones.

Puedes ver lo emocionante y conmovedor que es  presenciar que   miles de personas, familias, niños y niñas salgan  a las calles a  gritar, saltar, a golpear cacerolas deseando una sociedad más justa, en una marcha pacífica. Puedes quedarte con los incendios, los saqueos, las balas, los heridos, los muertos, los videos que se viralizan y que vaya a saber uno si son verdad o no. Te puedes quedar con esa sensación de miedo que infunde la TV. Después de todo  es la labor de los medios de manipulación masiva. El miedo es fue y será quizás el mecanismo de control social más efectivo que existe. Como dije alguna vez, “la señora todas las noches se asusta, preocupada por un portonazo, aunque no tiene ni portón ni auto, pero les teme”.

Yo me quedo con que tenemos que leer más a Thoreu,  a Chomky,  a Foucault.

Me quedo con  la duda razonable de saber si quienes protestan son parte de ese 49%  de personas que votó; si  de ese porcentaje quienes marchan son  el 45,43% que votó por Chilezuela de Guillier ( por la boca muere el pez Diputada Olivera), si son parte de ese 54,57% que votó por los tiempos   peores o si son el 51% de quienes se abstuvieron. Para que vean que  no da lo mismo quedarse en la casa el día de las elecciones. Hoy todos pagamos no sólo la desigualdad, sino la desidia y el Alzheimer político social.

Porque hoy todos reclamamos “no por 30 pesos, sino por 30 años” en que sólo se exacerbó el sistema, donde hicimos, todos, que el mercado y el falaz crecimiento económico fuera lo más importante. Pero no olviden quiénes transformaron este paísen  lo que es, no olviden cuándo ni quiénes inventaron el actual sistema de pensiones,  quiénes vendieron al mejor postor  la educación, el agua, la luz, el gas, las tierras, los bosques, los recursos naturales. Hasta la solidaridad y el respeto fueron vendidos. Esas cosas se olvidan fácilmente.   

Me quedo con algo muy específico. Mi padre es taxista. Él y sus compañeros de trabajo tienen su paradero ahí en la esquina  de Ariztía con Benavente. En estos días de furia, la caseta fue apedreada y  medio quemada.  Les sacaron los conos que utilizan para indicar  dónde se estacionan. A mi padre y a sus compañeros les dolió. “¿Qué culpa tenemos nosotros?” “Qué culpa tiene la caseta o el almacén de la señora X que intenta día a día trabajar honradamente y llevar el sustento a casa?”. 

Parece tremendamente injusto. Duele. Molesta. “Qué culpa tiene el tomate que está tranquilo en la mata y viene un hijo de puta ‘y te roba el trabajo de tu vida’” pareciera ser la modificación de la letra de la antigua canción.  Esa es una lógica que debemos entenderla desde la perspectiva de aquellas personas a quienes les han saqueado sus pequeños negocios, le han robado su fuente de trabajo.

No son las grandes transnacionales ni las grandes cadenas cuyos locales  han sido quemados o saqueadas y que están, de cierta manera, protegidas por cuantiosos seguros. No. Son gente de sacrificio, de trabajo.  Al igual que los trabajadores de esas cadenas de supermercados, son pequeños y esforzados trabajadores   a quienes también les llega los latigazos de la desigualdad, también son víctimas de un modelo económico social que sólo beneficia a algunos pocos. 

Me quedo con otra duda a la luz de los anuncios presidenciales. ¿Por qué no se sacaron la venda antes? ¿Por qué no tomar esas decisiones – seguro insuficientes- antes de llegar hasta donde estamos, incluidos los 18 muertos, la represión con los militares nuevamente y  sumidos un aparente miedo y caos ? Se podía. Siempre se pudo cambiar. Siempre se pudo ser un país más justo, menos desigual. 

Eso es quizás la parte más dolorosa de este estallido social.  
Juzgue usted. 

Por K Ardiles Irarrázabal
Columnista

OvalleHoy.cl