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Y me reencontré con una amiga querida… la señora Marta

Voy por la alameda cuando a la distancia, entre un grupo de desgreñados artesanos que ofrecen sus productos, descubro un rostro que me es familiar: la señora Marta .

A la señora Marta Villagrán la conocí hace no sé cuántos años en el paseo peatonal. Me llamaba la atención su presencia y como se las arreglaba con sus dos prótesis para elaborar delicadas flores de goma Eva que ofrecía a los transeúntes con una hermosa sonrisa .

Ella no pedía dinero, sino que ofrecía su trabajo. La mayoría las aceptaba y le dejaba en retribución unas monedas o un billete. Otros en cambio no aceptaban la flor, aunque le hacían un aporte.

Y ella agradecía con una sonrisa esplendorosa y un “gracias mi niño, gracias mi niña”, según la ocasión.

Un día no resistí la tentación y me acerqué a conversar con ella y conocer su historia. Y esta me dejó apretado el corazón y al borde de las lágrimas: había perdido ambos brazos cuando su pareja, un minero de Vallenar, intentó suicidarse con un cartucho de dinamita y llegó donde ella y la abrazó.

Le salvaron la vida, aunque quedó con secuelas irreversibles. Cicatrices y quemaduras en todas las partes del cuerpo y rostro, y pérdida de ambos brazos.

Sin embargo ella no se echó a morir, sino que aprendió a usar sus prótesis para fabricar flores de goma Eva.

Pero su mayor capital es su sonrisa y ese enorme deseo de vivir y salir adelante.

Y ahí estaba ella sentada en el paseo peatonal  día a día, junto a su fiel perro, el “Rubio” echado al lado.

Incluso meses más tarde me sorprendió anunciándome que se había casado con el Flaco”, un muchacho bastante más joven que ella.

Hace como dos años se desapareció y le perdí el rastro. Y cada vez que pasaba por el paseo , y veía a alguien ocupando su lugar junto a la puerta de los Almacenes Paris, la recordaba.

Hasta que ayer la divisé en la Alameda y me acerqué a conversar.

Ella también pareció alegrarse de verme.

Me contó que se había ido a La Serena con su Flaco, donde trabajaba en la calle, aunque siempre acordándose de sus amigos de Ovalle.

Ahora, a su lado estaba el “Rubio” (“mi mas fiel compañero”) que la había esperado durante todo este tiempo en Ovalle, aunque a cargo de sus amigos artesanos que lo cuidan en su ausencia.

“Si pudiera llevármelo me lo llevaría, pero en el bus no me lo admiten”, asegura.

La misma sonrisa de siempre, la misma alegría de vivir, no obstante todos sus problemas.

“Cuídala mucho, Flaco”, le digo a su marido al despedirme.

“No se preocupe don Mario, que la cuido bien”, asegura él.

Y me voy con el corazón contento de haberme reencontrado con una amiga querida, que cada vez que la veo me recarga las pilas de la seguridad que no obstante los problemas se puede salir adelante con una sonrisa.

¿La volveré a ver?… En una de esas.

M.B.I.

OvalleHoy.cl