Me encuentro con un amigo en el centro y nos saludamos de apretón de manos y abrazo. Es que con el Carlos no nos veíamos hace semanas y nos gusta reunirnos cada cierto tiempo para conversar un café y pasar un buen momento juntos.
“¿No escribes
ahora? No he visto hace tiempo nada tuyo en el diario o en Facebook”, me dice él
después de un momento.
Le explico que
como está en clima en el país, enrarecido, prefiero no hacerlo.
“Es que hoydía nadie entiende lo que lee, y se molesta por todo. Todo lo mal interpreta, muy polarizados. Están todos con la epidermis muy sensible”, agrego.
Me queda mirando con asombro y luego me dice:
“Yo te leo
siempre lo que escribes. ¿Quieres decir que no te voy a entender lo que
escribes? ¿ Eso es lo que quieres decir?
“No, no quiero
decir eso…”
“Es que eso
dijiste: que no voy a entender lo que escribes”.
“No, no no, dije
que…”
“O crees que me
voy a molestar por lo que escribes…O que te voy a interpretar mal ¿no?”,
insiste.
Muevo la cabeza,
y trato de profundizar en la explicación. Después de todo es el Carlos.
“Es que, por
ejemplo, si escribo sobre las los desmanes, los robos a pequeños locales comerciales,
me van a decir que porqué mejor no escribo de las marchas pacíficas . Y si lo
hago de las manifestaciones pacíficas, de las marchas, van a salir otros que me
digan: “Y bueno, ¿y no escribes de los desmanes, de los pequeños negocios
saqueados…?
Y me interrumpe:
“¿Te preocupan entonces los desmanes, los supermercados saqueados… pero y los millones con los que las grandes empresas han saqueado al país, los robos de miles de millones de pesos todos estos años? ¿No te preocupa eso?.
“Si claro que me preocupa,
pero…”, balbuceo.
“¿Entonces, si te
preocupa, porqué no escribes de eso? ¿De lo que nos roban las AFP, de los robos
en Carabineros, los políticos corruptos?”
Trato de ser conciliador, viendo que la conversación está tomando otro cauce. Ademas que no quiero discutir con el Carlos. Con el Carlos no:
“Bueno, trataré
de hacerlo en estos días… – digo.
“Trataré?¡Hazlo,
no trates! ¿O eres de esos “amarillos %&@#, que no son ni chicha ni
limonada, y no se mojan el potito, ah? Hazlo, escribe, comprométete “ dice.
Nos despedimos
sin apretones de manos ni abrazos. Y mientras se aleja, me grita:
“Se supone que
los escritores, los intelectuales son para eso ¡no?”
Vuelvo a la casa, cabizbajo, confundido, reflexionando lo que ha ocurrido.
Al entrar la
Gorda, mi esposa me pregunta:
“¿Viste a alguien
conocido”.
“Al Carlos…”,
respondo de paso a mi escritorio.
“¿Y cómo está?”.
“Bien, bien te
mandó cariños y a las niñas”.
Luego enciendo el
computador y delante de la pantalla en blanco me sumerjo en una profunda
reflexión. En realidad, no pienso en nada, no se me ocurre nada para escribir.
Total, cualquiera
cosa que escriba, nadie que lo lea va a estar de acuerdo y por las redes sociales
me van a mandar a freír monos, o a recordarme la mamita o que soy un amarillo
%&@**, un traidor.
Bombas molotov,
adoquines, palos, insultos, de aquí para allá, o de allá para acá. De derechas
e izquierdas. Expuesto incluso al fuego amigo. Todos con igual entusiasmo.
Y me siento a
esperar que la Gorda me llame a almorzar. Tal vez en la tarde se me ocurra
algo.
Mario Banic Illanes.
Escritor