En los últimos cuatro años , con la Gorda, mi esposa, estuvimos cada tarde pegados al televisor para ver el capítulo de Elif la teleserie turca que , según dicen, ha conmovido a televidentes de todos los continentes.
Y cada día cuando llegaba la hora nos instalábamos delante del receptor, y no permitíamos interrupción por ningún motivo para no perdernos la trama, aunque sabíamos que al día siguiente repetirían las escenas más importantes del capítulo anterior.
-Papá, no sé qué le encuentras a esa serie – dice una de mis hijas que, asegura, “le carga”.
Según ella la protagonista, la pequeña Elif, es una “cabra pava”, y la mamá,
que se llama Melek o algo así, peor aún. En cada temporada a ambas les ha pasado
cada cosa, pero se quedaban calladas y permitían que las siguieran maltratando.
De hecho a la niña los malvados y malvadas (porque ha habido de los dos) se turnaron para empujarlas por las escaleras, arrojarla en el interior de un pozo, la tiraron en un auto por un acantilado al mar, chocaron el auto en el que viajaba con sus padres, la raptaron como cinco veces… y ella seguía impávida, sin abrir la boca para denunciar.
-¡Pobre niña! Yo no sé cómo el Sename no intervino para prohibirla – reclama nuestra otra hija.
Según ellas, en la serie, el que no era malo era tonto, y no dejaban de
tener razón.
Y el compadre Moncho, que a pesar de las prohibiciones sanitarias sigue llegando a casa para machetear almuerzo, mueve la cabeza cuando ellas le cuentan:
-Es como en la política, compadre. O sino mire nomás el parlamento, donde el que no corre, vuela – dice, con un trutro de pollo atravesado en la boca.
Y la Gorda lo mira molesta. Es que se ha aburrido de llamarle la atención
para que no hable con la boca llena delante de nuestras nietas.
Para interiorizarlo mas sobre el tema, le cuento el último capítulo en el
que, como dicen los adolescentes de hoy, quedó la Fox. Eso porque la mala, una
rucia teñida, al verse descubierta en su
empeño de quedarse con la fortuna de la familia, coge una pistola, y mata a su hermana
(la viejita buena de la novela) , hiere en el pecho a su sobrino (el chiquitito
de la película) y en un hombro a su hijo que, después se sabe, no es su hijo…
En realidad es su hijo, pero no es hijo del marido de su hermana de la que
estaba enamorada cuando joven… ¿se entiende?
El Moncho se me queda mirando con el resto del trutro de pollo en la mano.
-Para nada – confiesa, moviendo la cabeza.
No importa. El asunto es que llega la policía (que llega, igual que acá, atrasada), se llevan pataleando a la mala, y se juntan todas las parejas, y la Melek se queda con el hijo de la mala (que no era el hijo de su enamorado) y la Elif, que igual de pava, ve como todos se matan, se disparan, se gritan y todo eso, y ella mirando con la boca abierta.
-¡Tan pava! Yo en su caso salgo corriendo y gritando a buscar ayuda – interviene una de mis hijas..
-O por último, arranco a esconderme – dice la otra.
La Gorda, cuando el martes terminó el último capítulo, y apareció la palabra FIN en la pantalla, se quedó mirando asombrada.
-¿Y eso era todo? – me dice, como echándome la culpa.
Y no puedo contenerme:
-Y que, mujer, que querías ver también los nietos de la Elif?
Maldito temperamento mío.
Lo cierto es que ahora, a esa hora con la Gorda nos ponemos delante del televisor y no sabemos qué hacer. A veces lo encendemos y revisamos el resto de la programación: novelas chilenas, mejicanas, venezolanas, coreanas e incluso otras turcas. Pero no son lo mismo.
Es por eso que voy a escribir al canal para ver si la empiezan de nuevo.
Como esto de la pandemia y la cuarentena va para largo, yo creo que vamos a
andar bien.
Mis hijas me miran asombradas porque, como es habitual, no saben si hablo
en serio.
Bueno, es una idea nomas, comento encogiéndome de hombros
Mario Banic Illanes
Escritor