Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro intercesor que permanecerá siempre con ustedes.
Este es el Espíritu de Verdad, que el mundo no puede
recibir porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque él
permanece con ustedes, y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos sino que
vengo a ustedes. Dentro de poco, el mundo ya no me verá, pero ustedes me verán,
porque yo vivo, y ustedes también vivirán. En ese día ustedes comprenderán que
yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí, y yo en ustedes.
El que conoce mis mandamientos y los guarda, ése es
el que me ama a mí, y yo también lo amaré y me mostraré a él.
Juan 14,15-21.
Jesús
va preparando a los discípulos su próxima partida, les entrega su confianza
para recibir este espíritu. El espíritu que quiere habitar en los discípulos y
en toda persona de buena voluntad.
Espíritu
Santo como principio de unidad, de amor, de alegría, de la vida cristiana.
La
experiencia cristiana de fe es una cuestión de amor a Jesucristo, por ende él
nos entrega la seguridad de su presencia, nos promete el envío del espíritu,
que será nuestro defensor en este mundo, ese que nos mueve y nos llama a un
mayor amor a Jesucristo y ser sus testigos en este mundo. Es este espíritu el
que hace presente al Resucitado en medio nuestro, es la promesa de este
Resucitado que siempre estará con su Iglesia.
Descubrir
esta presencia del espíritu es dando muestras cada cristiano de dar frutos, con
una manera de vivir, la cual conlleva a estar atentos de las personas y ser
transformadores con nuestra entrega, fortaleciendo nuestra capacidad de perdón,
de ser fieles a su verdad, colocando todo nuestro ser en una solidaridad con
los marginados y sufrientes, dejándose acompañar confiadamente de este amor que
nos entrega Jesús.
Si
retrocedemos nuestra mirada, el cristianismo nació como un movimiento del
espíritu, que se organizaba en pequeñas comunidades, que mantenían viva la
enseñanza de Jesús y de los apóstoles, que tenían un mismo espíritu y todo lo
compartían y lo tenían en común, de manera que no había pobres entre ellos. El
espíritu fue el que hizo nacer con fuerza y poder este movimiento histórico
comunitario y misionero de Jesús. Hoy día al igual que ayer cada uno está
llamado a tomar este modelo de la experiencia de pentecostés.
Este
espíritu de verdad, es el mismo espíritu que continúa la obra de Cristo, dando
a conocer la verdad total en torno a Jesús. Es el espíritu quien comunica la
verdad y Jesús es la verdad.
Nuestra
respuesta debe ser la del amor. Este amor nos une a Jesús y, a través de él,
participamos en el amor que tiene el Padre por el Hijo. Somos amados por Dios.
De esta manera la vida del cristiano(a) es la confiada vida de los hijos del
Padre en medio de los combates de este mundo, es una vida en y por el espíritu
acogido en la comunidad de fe que es la Iglesia.
¿Cómo
acojo en mi vida este regalo que nos entrega Jesús?
¿Qué
experiencia encuentro en esta venida del Espíritu y a que me llama?
Hugo Ramírez Cordova.